– Yo no puedo hacerme cargo
– Yo menos aún. Ricardito es alérgico…
– No esperaréis que yo, con un piso de treinta
metros cuadrados…
Luna giraba sus atentas orejas mirando a uno y otro.
Esperaba que alguien pronunciara la palabra mágica.
Pero durante unos tensos minutos no hablaron.
Sentados en los sillones, nadie palmeaba un hueco libre a su lado para
invitarla a subir, como él hubiera hecho.
Llamaron a la puerta. Sus ladridos no fueron
bien recibidos. Tuvo la esperanza de que él hubiera regresado. Aunque él nunca
llamaba, él ponía la llave en la cerradura de un modo inconfundible.
Un hombre con olor a madera y hojas entró diciendo
algo sobre llevarse muebles.
– ¿Usted no la querrá? Es mansa y educada. Nunca
hace pis adentro y…
Luna volvió a mirar a unos y otros sin entender por
qué él no estaba allí. Por qué nadie pronunciaba su nombre. Por qué ese
individuo la miraba y negaba con la cabeza.
– Pues entonces no quedará otro remedio – dijo
alguien mientras la cogía en brazos y la sacaba de su casa, sin darle tiempo a
olisquear por última vez las zapatillas vacías que estaban junto a la cama.
Esta noche te cuento. Febrero, 2017.
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