En un barrio de Praga de cuyo nombre no quiero
acordarme, no ha mucho que vivía un joven viajante de comercio de los de camisa
semanaria, corbata manchada de sopa y zapatos polvorientos. Es pues de saberse
que este sobredicho viajante, en los ratos en que no andaba vendiendo, que eran
los más del año, se daba a leer libros de entomología, ciencia que trata de los
insectos, con tanta afición y gusto que olvidó de todo punto su trabajo y
leyendo se le pasaban las noches de claro en claro y los días de turbio en
turbio. Y, rematado ya su juicio con tales lecturas, vino a dar en el más
extraño pensamiento en que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció
convenible y necesario, para escapar al fisco y a los acreedores, convertirse
en un escarabajo...
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