Este genio ha de ser un tonto, me dije un día. Todo
lo que le pido me lo da al revés.
Estaba cansado de sus impertinencias y decidí
deshacerme de él. Sabía que no sería fácil, por eso estudié con cuidado lo que
haría.
Para que no hubiese equívocos, daría una orden
directa, fácil de cumplir.
Tomé el frasco antiguo de donde salió, le señalé la
entrada con mi índice y ordené:
—Entra aquí.
Y entró en mi dedo.
Desde entonces sufro de esta inflamación bajo la
uña, que me atormenta día y noche.
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