El hombre estaba encorvado sobre la mesa de trabajo,
tenía que escribir un cuento breve de no más de diez líneas. La ventana, frente
a él, dejaba pasar una fresca brisa otoñal. De pronto el revoloteo de las
cortinas le trajo, zigzagueando, la inspiración. Será un cuento de apenas una
línea pensó, y escribió: “Tengo la piel de gallina, dijo; acto seguido puso un
huevo”.
Sonrió. Se estiró mirando por la ventana. Y acto
seguido puso un cuento.
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