martes, 14 de enero de 2020

Pérdidas. Elisa de Armas.

Julia se acomoda en su asiento. Frente a ella duerme una pareja madura. La cabeza de ella traquetea abandonada en el hombro de su compañero. Julia, con disimulo, los contempla. Tras tres matrimonios, ninguno duradero, sabe que no está hecha para compartir una vida; sí momentos, intensos tal vez, pero pasajeros. Se conoce y se acepta, pero a veces siente envidia de quienes son capaces de recorrer juntos su camino. Abre un libro. Se concentra en la lectura hasta que una sacudida del vagón la hace levantar la vista. Sus vecinos también la han advertido: ella se agita en sueños y él, sin despertarse, con la precisión que da la costumbre, le pasa el brazo detrás de los hombros y la estrecha contra sí. A través de la ventanilla la luz vespertina baña de placidez sus rostros.
El tren comienza a desacelerar. La mujer abre los ojos. Su expresión se tiñe de sorpresa e, inmediatamente, de azoro.
Disculpe, por favor… es que…
Nada que disculpar, señora −responde él, sobresaltado−. Espere, le bajo la maleta.
Julia la ve salir, sonrojada, nerviosa, recién expulsada del paraíso. Después mira al hombre un instante, lo justo para ver cómo lo estremece una desolación infinita.

Esta noche te cuento. Septiembre, 2018.
 

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