Aquel mierda se había
atrevido a llamarle tonto. Lo hizo con un hilillo de voz y otro de
sangre manando de su bocaza, pero lo hizo. Así que él, el más guay
de la clase, no podía dejar de vengarse. Cada vez que se acordaba de
aquel momento, maquinaba una nueva manera de humillarle. Acompañado
de sus sicarios le había tirado los libros al río, le había
manchado de tinta el asiento, le había escupido y manteado hasta la
saciedad... Pero el más guay de la clase aún no sentía que fuera
suficiente. Decidió dar un paso más y grabó su última paliza con
el móvil para colgarlo en Youtube.
En
los días posteriores el mundo entero se le cayó encima. Le llamaron
delincuente, criminal, asocial, pero nada le dolió tanto como aquel
inmenso clamor que amplificaba la evidencia: TONTO.
Polvo: relatos liofilizados de pompas de papel. 2010.
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