El cazador, echado en el suelo
pétreo del valle, sueña. Sueña un león enorme. Irritado comprueba
en el sueño que su bestia apenas tiene forma. En un esfuerzo que
estremece su cuerpo logra diferenciarle las pupilas, las cerdas de la
melena, el color de la piel, las garras. De pronto despierta aterrado
al sentir un peso fatal en el cráneo. El león le clava los
colmillos en la garganta y comienza a devorarlo.
El león, echado entre los
huesos de su víctima, sueña. Sueña un cazador que se acerca. Su
rabia le hace aguardarlo sin moverse, esperar a distinguirlo
enteramente antes de lanzarse a destruirlo. Cuando por fin separa las
venas tensas en las manos, despierta y es demasiado tarde. Las manos
llevan una fuerte lanza que le clavan en la garganta rayéndola. El
cazador lo desuella, echa los huesos a un lado, se tiende en la piel,
sueña un león enorme.
Los huesos van cubriendo todo el
valle, ascienden por la noche en una alta torre que no cesa de crecer
nunca.
jueves, 6 de enero de 2022
De la torre. Eliseo Diego.
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