miércoles, 5 de enero de 2022

Turismo interior. Pere Gimferrer.

Algo tendría aquella nueva modalidad de organización turística -una de cuyas características era el secreto que envolvía sus actividades- cuando había conquistado a tantos de los que me rodeaban. Opté por añadir mi nombre a la relación de inscritos.
Inesperadamente la tarde del siguiente día festivo irrumpieron en mi casa dos enviados de la organización. Muy amablemente me llevaron en su coche hasta la Plaza del Duque.
-Mira -me dijeron-. Ésta es la Plaza del Duque.
Paseé la mirada alrededor.
-Cierto. La Plaza del Duque.
Doblamos la esquina. Nos detuvimos ante el segundo portal, con su verja de hierro labrado.
-Casa número 23 de la calle Gonzaga, entre Plaza del Duque y Avenida San Mateo. Portal con verja de hierro labrado.
La examiné unos instantes y asentí. Acariciando la verja con las manos, musité:
-Calle Gonzaga, 23. Histórica verja.
Caía la tarde. Los castaños estaban muy melancólicos.
-Cae la tarde -me dijeron-. Es hora de volver a casa.
Y luego:
-Mira. Ésta es tu casa.
-Notable, notable.
Ascensor arriba. Y entonces:
-La butaca donde te sientas cada tarde.
-El periódico que lees.
-¡Pero qué cuarto, vaya!
-Tu mesita de noche.
-Tu espejo.
-Tú.
Se despidieron. Pocas veces di el dinero por tan empleado. Aún ahora muchas noches sueño con aquel viaje.

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