Como una mulatería empecinada
los girasoles comenzaron a gritar su rebelión. Sostenían con su
cara de soles negros que no podían ser explotados.
Sus cabezas fanáticas e
insoladas decían que no querían ser cosechados, que querían seguir
tomando el sol, sin hacer nada, sin prestar sus semillitas ni al
hombre ni a sus industrias.
Hubo que emplear las
ametralladoras y cayeron desparramados y desgranados sus granujientos
y carillenos rostros.
Así se ensemillaron de tal modo
los campos de la refriega que la nueva cosecha resultó centuplicada,
magnífica.
lunes, 17 de enero de 2022
El plante de los girasoles. Ramón Gómez de la Serna.
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