Oigan:
si
encienden las estrellas
es
porque alguien las necesita, ¿verdad?,
es
que alguien desea que estén,
es
que alguien llama perlas a esas escupitinas.
Resollando
entre
tormentas de polvo del mediodía
penetra
hasta Dios,
teme
haber llegado tarde,
llora,
le
besa la mano carniseca,
implora
que
pongan sin falta una estrella,
jura
que
no soportará ese tormento inestelar.
Y
luego
anda
preocupado,
aunque
aparenta calma.
Dice
a alguien:
Ahora
no estás mal, ¿eh?
¿A
que ya no tienes miedo?
Oigan,
si encienden
las
estrellas es porque alguien las necesita, ¿verdad?
Es
indispensable
que
todas las noches
sobre
los tejados
arda
aunque sea una sola estrella.
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