sábado, 13 de abril de 2024

Fragmento 140. [Libro del desasosiego]. Fernando Pessoa.

Me sucede a veces, y siempre que me sucede es casi de repente, que me aparece en medio de las sensaciones un cansancio tan terrible de la vida que es imposible imaginar un acto con el que dominarlo. Para remediarlo, el suicidio parece poco seguro, la muerte, incluso presupuesta la inconsciencia, todavía poco. Es un cansancio que ambiciona no el dejar de existir —cosa que puede ser posible o puede no serlo— sino una cosa mucho más horrorosa y profunda, el dejar de ni siquiera haber existido, lo que no hay modo de que pueda acontecer.
Creo entrever a veces, en las especulaciones, en general confusas, de los indios, algo de esta ambición más negativa que la nada. Pero o les falta agudeza de sensación para relatar así lo que piensan, o les falta agudeza de pensamiento para sentir así lo que sienten. El hecho es que lo que en ellos entreveo no lo veo. El hecho es que creo ser el primero en dar en palabras el absurdo siniestro de esta sensación sin remedio.
Y la curo escribiéndola. Sí, no hay desolación, si es de veras profunda, mientras que no
sea puro sentimiento, pero en ella participe la inteligencia, para que no exista el remedio irónico de decirla. Aun cuando la literatura no tuviera otra utilidad, tendría esta, aunque para unos pocos.
Los males de la inteligencia, infelizmente, duelen menos que los del sentimiento, y los
del sentimiento, infelizmente, menos que los del cuerpo. Digo «infelizmente» porque la dignidad humana exigiría lo contrario. No hay sensación angustiosa del misterio que pueda doler como el amor, los celos o la saudade, que pueda ahogar como el miedo físico intenso, que pueda transformar como la cólera o la ambición. Pero también ningún dolor de los que despedazan el alma consigue ser tan realmente dolor como el dolor de muelas, o el de los cólicos, o (supongo) el dolor del parto.
Estamos de tal modo constituidos que la inteligencia que ennoblece ciertas emociones o sensaciones, y las eleva por encima de las otras, las deprime también si extiende su análisis a la comparación entre todas ellas.
Escribo como quien duerme, y toda mi vida es un recibo por firmar.
Dentro del gallinero de donde saldrá para matar, el gallo canta himnos a la libertad porque le dieron dos palos de gallinero.

Libro del desasosiego, 1982.

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