jueves, 24 de enero de 2019

Perro de tres cabezas. Ana María Shua.


Un perro enorme, de tres cabezas y cola de serpiente hace las delicias del público con pruebas nunca vistas. ¿De dónde lo sacaron? pregunta un niño. Es un hombre disfrazado, le asegura su madre. O tal vez dos. 
El perro camina con las patas de atrás, baila al compás de la orquesta, fuma cigarros y adivina el nombre y la fecha de nacimiento de cualquiera de los espectadores. Adivina o sabe también la fecha de muerte, pero no la dice. 
El público se divierte. Son pocos los que recuerdan, confusamente, las dificultades del camino. Ese arroyo tan crecido que debieron atravesar para llegar al circo, ese viejo mudo y sombrío que manejaba la balsa para cruzar los automóviles y que sólo aceptaba una moneda como pago...¿Cómo se llamaba el río? ¿Por qué quedaba tan lejos el circo? 
Todo lo sabrán después de la función, cuando traten de salir de la carpa y encuentren al perro en la entrada, silencioso y feroz, mostrando los dientes de sus tres fauces. Sólo entonces notarán, en las tres cabezas del Can Cerbero, la mirada fatal de esos seis ojos sanguinolentos y crueles.


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