sábado, 26 de enero de 2019

Umbilical. Paz Montserrat Revillo.


Llegó sofocada. Pálida pero radiante. Me dijo que venía de casa de Laura. Que habían visto una peli comiendo palomitas hechas en el microondas. Que tendríamos que comprar maíz porque es muy guay ver las pelis como en el cine.
Bajé las gafas de leer por el tobogán de mi nariz y arqueé la ceja izquierda sobre la montura de pasta. Que qué tal me había ido el día, me soltó el perfil de su silueta mientras se esfumaba hacia su habitación.
Cerré el libro dejando mi mano atrapada por el cepo de papel. La boca acompañó a la ceja en su movimiento ascendente. Bien. Luego se derrumbó todo el conjunto. No pregunté nada. Desde la primera explicación no pedida, supe que ese día había sido la protagonista de alguna escena crucial en su propia película, romántica o de terror. Que iba a ser rebobinada mil veces. Y que yo no estaba invitada al primer pase.
Que quedaba inaugurado el tiempo del pudor, por su parte. La temporada de comer palomitas y morderme la lengua, por la mía.
Y que mi niña estaba perfectamente equipada para construir un afilado y reluciente cuchillo hecho de pretextos, disimulos y mentiras, con cuyo filo cortaría de forma implacable y definitiva el sanguinolento cordón.


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