Mire,
señor, no vaya a ir en contra de mis ideas. No lo tolero. Yo acepto las suyas:
para usted. Se las queda, las mastica, las digiere, las expulsa si a tanto le
lleva su gusto. En general, los hombres desde hace un par y pico de siglos
creen que son lo mejor de la humanidad. El non
plus ultra. OK. Allá ellos. Yo estoy convencido de lo contrario, de que
todos somos unos hijos de la chingada por el hecho mismo de ser hombres. Hace
mucho que quedó probado que el hombre ha llegado a domesticar la naturaleza a
fuerza de mala leche, ingratitud, instintos asesinos, palos, pedradas,
machetazos, tiros, hipocresía, asesinatos a mansalva, imposición de la
esclavitud. Cualquier hombre, por el hecho de serlo, es un hijo de puta. No
discuto que otros piensen de manera distinta. Para mí, el imbécil mayor —suizo
tuvo que ser— fue Juan Jacobo Rousseau. Con estas ideas, ¿qué de extraño tiene
que yo sea una buena persona? Que matara a don Jesús, no tiene nada de
particular: no le debía un céntimo a nadie.
Crímenes ejemplares. Max Aub, 1957
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