Ese amigo de la infancia que jugaba contigo en la
orilla del mar ha perdido el nombre. Era un niño flaco, quemado por el sol,
hijo de un pescador. Al fondo se ven barcas varadas en la arena y tú en la
fotografía estás con él pescando cangrejos entre las rocas del farallón en una
cala deshabitada. Ibais siempre juntos, desnudos, pisando la sal de aquellos
días claros de la niñez, pero ese camarada de los primeros veranos, que te
servía de escudero, desapareció muy pronto y hoy ignoras cómo se llamaba aunque
él entonces habría dado la vida por ti. En otra página del álbum de retratos
eres un adolescente en una mañana de otoño en el parque con un libro en la
mano, entre dos compañeros de colegio que también sonríen. Uno de ellos se mató
con la motocicleta, el otro ha llegado a subsecretario. Los tres descubristeis
el amor en la misma promoción en medio de aquella bandada de niñas del Loreto
que iban con rebeca y falda plisada abrazando el cartapacio escolar contra los
incipientes senos. Después apareces vestido de soldado con un rifle en un
barracón de verbena en compañía de un colega de armas que te pasa el brazo por
el hombro soltando una carcajada. ¿Qué habrá sido de él? Le gustaba mucho
Sartre y tal vez ahora es dueño de una serrería. La tarde huele a paja quemada
y los murciélagos bailan dentro de un vapor de oro mientras tú vas pasando las
hojas de un álbum cuyas imágenes son humo de la memoria. En él hay múltiples
figuras evanescentes que un día quedaron atrás, si bien esos seres te regalaron
por un momento parte de su alma sin pedirte nada. La marea los ha arrastrado a
distintas playas, ninguno ha cumplido sus sueños, pero cada uno de ellos se
cruzó en tu vida por azar y durante un tiempo te acompañó en la travesía de los
placeres y las desdichas. Al cerrar el álbum de fotos piensas que todos los
amigos que has tenido son el mismo. Su rostro está dentro de ti desde la
infancia. Es aquel niño sin nombre que jugaba contigo en la orilla del mar. A
través de la existencia no has hecho sino reflejarte en sus ojos.
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