El extenuado y sediento viajero perdido en el
desierto vio que la hermosa mujer del oasis venía hacia él cargando un ánfora
en la que el agua danzaba al ritmo de las caderas.
—¡Por Alá —gritó—, dime que esto no es un espejismo!
—No —respondió la mujer, sonriendo—. El espejismo
eres tú
Y, en un parpadeo de la mujer, el hombre
desapareció.
increible
ResponderEliminar