El avión ha tenido el
detalle de no caerse y has ido a parar a un mundo diferente. Donde los taxis
son amarillos o las calles son canales o vas en manga corta y es febrero.
Hablan un idioma que entiendes como si fuera el tuyo o que entiendes poco o que
no entiendes nada. Pero hay calles y personas y casas y sol.
Podrías romper el billete
de vuelta. Podrías intentar camuflarte entre desconocidos. Dejar plantada la
vida que has llevado y empezar otra. Sin hipotecas ni amigos de
a-ver-cuándo-quedamos ni conversaciones pendientes.
No llega a ser una
tentación. Tienes hijos y lazos y obligaciones. Es una idea discreta que vuela
a sus anchas porque se sabe imposible. Tal vez la libertad sea este desarraigo
imaginario, este billete solo de ida hacia ninguna parte.
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