He
aquí una casa loca, cuyas escaleras no conducen a nada. Uno abre la
puerta y cree entrar y en realidad ha salido. Pero cuando uno cree
salir sucede lo contrario: uno ha entrado. Y la mayoría de las veces
uno no se explica a dónde ha llegado, o qué ha sido del cuerpo de
uno en esta casa. Las ventanas tienen la peculiaridad de no mirar
hacia afuera sino hacia adentro. Todos los muebles cuelgan a medio
metro del techo principal. De manera que para llegar a ellos es
necesaria la imposibilidad de volar, o un salto largo y elástico que
le permita a uno aferrarse de una silla, por ejemplo, y luego
escalarla y sentarse en ella, como en un peligroso columpio. Y lo
peor ocurre cuando cada uno de los movimientos oscilantes de los
muebles tiende a vencer el equilibrio de los ocupantes, de manera que
muchos se han despedazado intentando resistir más de una hora
sentados en el mismo sitio. Todos los muebles confabulan sus
movimientos para desbaratar a sus ocupantes, y ya se sabe que los
muebles flotantes procuran sobre todo que los cuerpos sean derrotados
de cabeza; nadie ha podido saltar incólume. Siempre, en la caída,
hay otro mueble oscilante que se las arregla para que el cuerpo en
condena se estrelle de cabeza contra el suelo. A pesar de estas
aparentes incomodidades, se escuchan, en la casa, cuando cae la
noche, muchas voces y risas, y chocar de copas (y muebles). Nadie ve
llegar a los invitados, y tampoco salir, y eso se debe seguramente a
la otra originalidad de la puerta, que da la sensación de permitir
entrar y salir al mismo tiempo, sin que verdaderamente se haya salido
o entrado. Nadie sabe, además, quién es el dueño o quiénes
habitan la casa permanentemente. Alguien nos cuenta que vive una
pareja de niños. Otros aseguran que no son niños, sino enanos: de
lo contrario no se justificarían las fiestas de siempre,
escandalizadas por las exclamaciones más obscenas que sea posible
imaginar. Hay quienes afirman que nadie vive en la casa, y que en
caso contrario no serían niños y tampoco enanos sus habitantes,
sino dos jorobadas dementes. Ni unos ni otros dicen la verdad. No han
acabado de entender que todos son en realidad mis habitantes, que
están dentro de mí como también yo estoy dentro de ellos, que yo
soy algo vivo, y que a pesar de todas las vueltas que puedan dar por
el mundo quizá nunca les sea posible abandonar mi tiranía para
siempre, porque también yo estoy dentro de mí.
Cuentos completos, 2019.
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