Cuando
despiertes sobresaltado cerciórate, en primer lugar, de si eres una
cucaracha o un escarabajo: en el primer caso te dirigirás al baño o
a la cocina (o como mucho al patio lavadero); en el segundo, a la
calle o al jardín, y con suerte a un huerto; averigua si eres un
escarabajo común, pelotero, rinoceronte o áureo, es muy importante.
Si
tienes que arrastrarte procura no volcar; pero si vuelcas, con toda
calma trata de darte la vuelta (es inútil que agites las patas); y
si aún así no puedes, pivota ágilmente sobre tu caparazón hasta
que, girando como una peonza, des con un lugar seguro bajo algún
mueble. Allí reflexiona sobre lo que mejor te conviene hacer.
Tus
peores enemigos no son los perros, ni los gatos, ni los niños, sino
tu propia desesperación y sobre todo tu añoranza. No pienses en lo
que fuiste ni en lo que podrías haber sido, tampoco en lo que serás.
Con
un poco de suerte, si perteneces al tipo áureo, encontrarás las dos
alas disimuladas bajo la ridícula coraza.
Fuego enemigo, 2010.
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