domingo, 20 de septiembre de 2020

Perder la cabeza. Mar Horno García.

Esa mañana llevé las mochilas al colegio dejando a los niños colgados en la percha. Expuse en la reunión de inversores una detallada lista de la compra olvidando mi informe en el imán del frigorífico. Paseé el paraguas mientras el perro dormía en casa. Y cuando me encontré haciendo el amor con el vecino del quinto cuando mi marido había ido a bajar la basura, supe, sin lugar a dudas, que había perdido la cabeza.
La encontré después de unas semanas y aunque el médico logró cosérmela a pequeñas puntadas, nunca he vuelto a ser la misma. Ahora, para evitar cualquier olvido, la llevo siempre conmigo en una caja de sombreros junto a un papel bien doblado donde dice: nunca te casaste, no tienes hijos, llevas dos años en el paro y no vive nadie en el quinto.


 

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