Abra la boca, dice el
dentista. Eso es. Un poco más. Esto le va a molestar un poco pero
procure no moverse. Así, muy bien. Rrrrr. El torno gira y gira sobre
el diente hasta que un delgado hilo distrae al dentista, que se
desvía un milímetro de su objetivo. Y un milímetro en una boca es
la distancia que separa el diente de la lengua. Ariadna da un salto y
dice palabrotas e insultos. Lo siento, dice el doctor, pero he visto
la punta de un hilo blanco que sale desde su garganta. Este hombre
está loco, piensa la chica. No piense que estoy loco, dice el
dentista, compruébelo usted misma. Las manos del doctor tiran y
tiran y la chica puede ver y sentir cómo la punta del hilo sale al
exterior. Es blanco y no demasiado grueso. Le hace cosquillas en el
fondo de la garganta. El dentista sigue tirando y los dos parecen
asustados. La chica va sintiendo el habitual abandono de fuerzas que
se produce como reacción a las situaciones inesperadas. Más hilo,
cada vez más hilo que el dentista va depositando a sus pies. Cuando
el hilo se acaba el dentista acerca el oído a la boca y siente un
escalofrío. Se escucha el mugido de la bestia que se acerca
lentamente, dispuesta a salir del encierro.
Los 400 golpes, 2008.
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