lunes, 8 de agosto de 2022

Deseo. Jordi Masó Rahola.

Nuestro matrimonio no andaba bien y viajamos a Turquía con la esperanza de enderezar la situación. En un mercado de la Capadocia, Laura se encaprichó de una lámpara a la que el propietario del negocio -para justificar su precio desorbitado- atribuía propiedades mágicas. La compré de mala gana, pero pensando que quizá aquel sería el primer paso para edificar la reconciliación definitiva.
Por la noche, mientras me lavaba los dientes, espié la imagen de Laura reflejada en el espejo. Sentada en la cama, frotaba la lámpara con las manos, acariciándola de un modo casi lascivo. Yo me enjuagaba la boca cuando me sobresaltó un estallido: la lámpara había eyaculado una nube violácea que, adoptando una forma vagamente humana, flotaba en el aire, unido todavía al pitorro por un cordón umbilical de humo.
Lo último que vi fue a Laura conversando con aquella presencia difusa. Nunca sabré cuáles fueron sus otros dos deseos.

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