Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos,
habituadas a seguir
siempre las tuyas, sienten en
la oscuridad que
descendemos. Han cortado todos
los puentes y las
cordilleras se hunden, el Pacífico
se hunde, y sus
restos caen ante nosotros como
caen los restos de
nuestro corazón. Frente a la
muerte alguien nos
ha hablado de la resurrección.
¿Significa eso que
tus ojos vaciados verán? ¿que
mis yemas
continuarán palpando las tuyas? Mis
dedos tocan en la
oscuridad tus dedos y
descienden como
ahora han descendido las
cumbres, el mar,
como desciende nuestro amor
muerto, nuestras
miradas muertas, como estas
palabras muertas.
Como un campo de margaritas
que se doblan te
palpo, te toco, y mis manos
buscan en la
oscuridad la piel de nieve con que
quizás reviviremos.
Pero no, descendidas, de las
cumbres de los Andes
sólo quedan las huellas de
estas palabras, de
estas páginas muertas, de un
campo largo y muerto
de flores donde las
cordilleras como
mortajas blancas, con nosotros
debajo y aun
abrazados, se hunden.
INRI, 2004.
No hay comentarios:
Publicar un comentario