Distinguido señor Nobel:
Solicito
humildemente que me sea concedido el premio que lleva su nombre.
Mis
motivos son los siguientes:
Trabajo
como contable en una oficina estatal y, en el ejercicio de mis
funciones, he escrito unos cuantos libros, a saber: el Libro de
entradas y salidas, el Libro de balances y el Libro
mayor. Además, en colaboración con el almacenero, escrito una
novela fantástica titulada Inventario.
Creo
que le gustarían, porque son libros escritos con imaginación y
tienen mucha gracia (son auténticas sátiras). Si deseara leerlos,
podría prestárselos, aunque por poco tiempo, porque están muy
solicitados. Quien tiene más interés es el inspector de Hacienda,
ya puedo oír su voz en el despacho de al lado.
Hablando
del inspector, preveo que tendré ciertos gastos, porque me temo que
los libros no van a ser de su agrado. Precisamente le escribo a usted
esta carta para que el premio me permita sufragarlos. Por favor,
mande el giro a mi domicilio. Dejaré una autorización a nombre de
mi mujer, por si yo no estuviera ya en casa el día que venga el
cartero. En tal caso, el dinero servirá para pagar al abogado o…
Espere un momento, señor Nobel, acaba de entrar el inspector.
Ya
se ha marchado. ¿Sabe qué le digo, señor Nobel? Mándeme mejor dos
premios. No tiene usted idea de cómo se han disparado los precios.
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