Los dos viajeros estaban solos,
en el departamento de primera, frente a frente. Dormían balanceados
por el tracatrá del vagón y el ruido de las ruedas, que procuran,
en su brutalidad, correr con ritmo y melodía de fácil música. De
pronto, se despertó uno de los viajeros.
—¡Oiga!
—sacudió de un brazo al otro—. ¿Y a usted qué le importa que
yo viaje sin billete?
El
despertado le respondió, cortés:
—Dispense.
Yo no tengo la culpa; estaba soñando que era el revisor.
—Y
yo soñaba que viajaba sin billete y que venía usted a pedírmelo.
—Muy
satisfactorio —explicó el segundo viajero—. Soñábamos cada uno
la acción complementaria de la del otro. Quizás sea la primera vez
que eso ocurre.
—Sí,
la comunicación de los sueños; o puede que el mismo sueño,
repartidos los papeles entre usted y yo. Bien. Pues voy a soñar que
usted me debe dinero.
—Excelente
asunto. ¿Cuánto quiere que le devuelva?
—¡Hum!…
Trescientas mil… —Cerró los ojos y recostó la cabeza.
—Perfecto.
Voy a entregárselas. —Reclinó la cabeza y cerró los ojos.
Antología del microrrelato español. 2012.
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