Comí de las ciruelas, porque
no dijeran. Reían, y yo también me puse a reír, aunque mi corazón
de niño estaba triste. Salté porque ellos saltaban, y tiré cosas
por el balcón, ya que a ellos les gustaba hacerlo. Luego jugamos en
el pasillo, si bien yo hubiera preferido ver cómo jugaban los otros.
Más tarde dijeron: “Vamos a jugar a la oca”. Y cuando estuve
sentado, la silla, que estaba rota, me hizo rodar por el suelo.
Reían
la broma con grandes risas y me miraban con los ojos congestionados
por aquel triunfo. Yo, en el suelo, reí como ellos, aunque mi
corazón de niño estaba triste.
Antología del microrrelato español. (1906-2011).
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