Ismael
Godínez, lúcido aún, nota cómo su cuerpo se mece como un estúpido
pelele colgado del techo de la habitación, y se arrepiente de haber
cedido a aquel maldito arrebato. Sus manos actúan de forma autónoma
intentando detener la terrible opresión de su cuello, mientras sus
pulmones luchan por tragar un poco más de aire. De pronto, un
pequeño halo de luz se cuela bajo la puerta. Ismael sabe que puede
llegar su salvación, pero no se atreve a moverse: ello aceleraría
más su estrangulamiento. Para llamar la atención, lanza unos
gemidos sofocados. Al otro lado de la puerta, sus padres escuchan en
silencio, felices de saber que Ismael, por fin, ha traído a casa una
amiguita.
Por favor sea breve, 2. Antología del microrrelato. VVAA, 2009.
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