La
muerte vino a buscarme, pero yo fui más rápido que ella. Me
escondí. Pasó de largo. Desde entonces, han transcurrido los
siglos, los milenios. No sé cuánto tiempo hace que nuestras
orgullosas ciudades fueron borradas de la faz del planeta. Los pocos
hombres que aún quedan sobre la Tierra habitan en lóbregas cavernas
y se alimentan de vísceras de cadáveres o de insectos inmundos. Un
cuchillo mellado y unos sucios andrajos constituyen todo mi
patrimonio. He sido lapidado, apuñalado, aplastado, mordido y
lanceado, pero mis heridas se obstinan siempre en cicatrizar.
Aborrezco esta existencia indigna más allá de lo imaginable. Hace
mucho tiempo que no ceso de buscar a la Muerte; sin embargo, ahora es
ella quien se esconde de mí.
Teatro de ceniza. Manuel Moyano, 2011.
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