Vengo
de ver al monstruo y sólo quiero lavarme las manos, sacudirme sus
pelos desflecados como telas de araña y quitarme esta ropa que
apesta a orines. No aguanto la visión de su madriguera: la ropa
maloliente, los cuajarones que gotean por su cuerpo y esa cama hecha
de periódicos arrugados que sugieren una forma vagamente humana. A
veces estornuda y me arrasa un olor infecto, como el que impregna las
sobras que deja en los cuencos donde le sirvo la comida. Odio
escuchar su respiración arenosa, cómo sorbe desesperada los
líquidos y el roznido que hace con las encías al masticar. Pero lo
peor es enfrentarme a su mirada anfibia justo antes de salir, tener
que acariciarle la frente escamosa, soportar el lamido agónico de su
despedida y decirle adiós, mamá, hasta la próxima semana.
¿Por casualidad se trata de un bicho cuya piel desnuda es húmeda?
ResponderEliminarPregunto por prevención. No sea que es igual a este escriba.Saludo desde:
www.venitecuento.blogspot.com
me a gustado la historia pero es muy corta t.a.m
ResponderEliminarMe pacece un cuento muy cruel porque no debería meterse a si con su madre
ResponderEliminarNo me ha gustado. En el cuento llama a su madre monstruo, y no me parece bien que alguien llame a su madre así. Lara V. J.
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