Cuando
estalló la crisis, papá ya no pudo comprarnos más libros y las
brujas y las hadas se vieron obligadas a emigrar a Alemania, en busca
de trabajo. Los lobos, en cambio, se disfrazaron de corderos y
huyeron a Wall Street, donde la realidad cotiza al alza y la magia
consiste básicamente en multiplicar por dos el valor de las
acciones. Los gnomos no pudieron hacer frente a los préstamos
hipotecarios. Ni encadenados a sus setas lograron evitar que los
desahuciasen. La casita de chocolate también se la ha quedado el
banco. Con el calentamiento global acabará por derretirse. El lago
donde otrora chapoteábamos felices está casi vacío. Los sapos
agonizan al sol, mientras esperan a que alguien los bese, y hasta los
patitos más feos han perdido toda esperanza de convertirse en
cisnes. Como no tenían papeles, los duendes y los elfos fueron
expulsados. Los ogros perdieron el apetito y las perdices están en
peligro de extinción. Dicen que habíamos imaginado por encima de
nuestras posibilidades, pero a papá no le importa. Cada noche, antes
de dormir, entra en nuestro cuarto y se inventa un cuento. Y así
vamos llegando a fin de mes.
Esta noche te cuento. Diciembre 2017.
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