Mi
mujer ya no me mira, ya no me habla. He decidido llamar a sus padres
a ver si ellos saben qué le sucede, pero no fue capaz ni de verlos a
los ojos. Llamé a sus hermanos, a su mejor amiga, a su jefe, a sus
compañeros del colegio, ¡a sus ex novios!, a los vecinos, a todo el
que he podido, pero no. No le dice nada a nadie y todos parecen tan
extrañados como yo. Hoy, incluso, llamé al cura que ella tanto
admira a ver si le saca algo. Pero aún con todas las bendiciones que
le dio y todos los aceites que le puso, tampoco pronunció palabra.
Preludios, interludios y minificciones, 2010.
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