lunes, 11 de enero de 2021

La vida sexual de las palabras. María Paz Ruíz Gil.

El coleccionista de palabras las regaba por las mañanas, les cortaba las tildes secas, les echaba comida de la buena, y las consentía con las manos de un devoto. Algunas crecieron y se salieron de su patio, de esas hay unas que son malísimas, que se han hecho operaciones, extirpaciones y se cambiaron la cara. Son rebeldes, promiscuas, se ponen haches en el ombligo, kas en las partes más raras, y compiten por sus tatuajes hechos con emoticonos; pero las condenadas se volvieron populares y salen en las revistas. Otras, las que se quedaron con su cuerpo tal cual las parieron, tienen fama de vírgenes, de viejas aburridas que aparecen en libros y de solteronas. Cada día entran al patio del coleccionista palabras nuevas, hijas que llegan sin padres. Él piensa que tienen cara de alienígenas, pero las quiere en silencio porque muchas son divertidas y le enseñan idiomas, aunque les tiren de las raíces a las ancianas aburridas y las hagan llorar de rabia.

Micronopia, 2012.
 

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