Morir es un momento, lo demás un
vacío
que
colmamos de tiempo y de silencio. Vivir, en cambio,
es
fácil: proseguir.
Esta
severa duda que atraviesa los cuerpos.
Pisar
la huella de otros pies sobre la grava,
aprender
con certero dolor
el
modo más sereno de enfrentar el instante:
desnudo
y sin aullar, apegado a la paz
de
quien conoce que no puede saber
porque
es partícula y no germen, fragmento
en
el espacio, mojada brizna que se extingue
y
enmudece en silencio bajo el sol,
sobre
la piedra casi eterna que lo acoge.
Las palabras perdidas, 2011.
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