Ni
bien asomé la cabeza de las aguas y me vio, el carbón de sus ojos
comenzó a encenderse.
También
yo, al verlo, imaginé por un momento el milagro de que hubiera entre
nosotros un entendimiento de los cuerpos.
Vano
todo.
Él
se alejó, prado lejos. Yo regresé, aguas al fondo.
La
contaré entre los míos como una historia de exaltado romanticismo.
La
contará entre los suyos como una historia de profunda melancolía.
Aún
así, sucesos como éstos me inspiran a mí, sirena, a creer en lo
imposible.
Espero
que a él, centauro, también.
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