Bajo
la luz del flexo la mosca se quedó quieta.
Alargué
con cuidado el dedo índice de la mano derecha.
Poco
antes de aplastarla se oyó un grito, después el golpe del cuerpo
que caía.
En
seguida llamaron a la puerta de mi habitación.
–La
he matado –dijo mi vecino.
–Yo
también –musité para mí sin comprenderle.
Los males menores. Luis Mateo Díez, 1994.
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