martes, 7 de marzo de 2017

Perspectiva. Ángel Olgoso.

En la habitación del hospital el padre contempla, por primera vez y con infinita dulzura, a su hijo recién nacido. Es hermoso, de una inocencia irradiadora, rozagante. El padre nota cómo una corriente de júbilo asciende desde algún lugar de su interior y amenaza con desbordarse y reventar cada grieta hasta que levanta un poco los ojos y ve, bajo el techo, levitando pacientemente, con esos acerados destellos de sus filos, cientos de espadas de Damocles que cuelgan justo sobre el cuerpecito de su hijo. Vuelve la cabeza hacia su mujer y sabe al instante que ella lo sabe, pero ninguno dice nada.


 

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