viernes, 17 de marzo de 2017

Un arma cargada de futuro. Eugenio Mandrini.

Cada ciego tiene su modo de esperanza entre tinieblas.
Está ese que con su bastón golpea y golpea las sombras hasta que una de ellas, cruja al fin, y sea el comienzo, al menos, de la penumbra.
Está ese otro que sueña un sueño modesto, un sueño de sencilla timidez pero de porfiada tenacidad: sueña ser un cíclope.
Está también el que enciende un fósforo y otros diez y otros cien, muy cerca de su cara, mientras aguarda tenso y con la sangre ardiendo a que, de entre las cenizas de los ojos, surja un humo y después el fuego.
Pero ninguno como aquél que lleva un arma en el bolsillo. Un arma tan milagrosa que si le faltara la vida por razones de un balazo en el corazón, igual lo ayudaría a seguir respirando. Un arma a la que ha de cuidar más que a su perro guía si lo tuviera, y aún más que a sus raciones de sed, de hambre y de cuerpo de mujer. Un arma (como la poesía) cargada de futuro. Por si algún día, en algún momento, de pronto...
Un diminuto espejo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario