No
era habitual que entre aquellas gentes nacieran gemelos. De ahí la
curiosidad del poblado cuando sus padres los presentaron a la
hechicera para que les adivinase el futuro. Al coger en brazos al
primero de ellos, se tambaleó, y a duras penas logró balbucear que
ese niño sería inmortal, antes de enloquecer, víctima de violentas
alucinaciones.
El
niño creció con el respeto de la comunidad —la hechicera jamás
había fallado una predicción—, y de mayor recibió las piezas de
caza más codiciadas, las hembras que quiso poseer, y sobre su piel
se dibujaron los símbolos sagrados que únicamente él podía
exhibir.
Un
día, con esa confianza ciega en su destino, decidió salir de caza
él solo. Entonces, su hermano gemelo, el olvidado, siguió sus
pasos, y amparado por las sombras de la envidia, al filo de las
primeras nieves, que ya empezaban a cubrir la montaña, consiguió
matarlo a traición.
Y
la nieve cayó con la lentitud del tiempo sobre su sepultura, y borró
las huellas de su paso fugaz, hasta que un capricho del clima lo
rescató intacto de su cárcel de hielo. Desde entonces, en la
vitrina de un museo, reivindica día a día su condición.
Esta noche te cuento. Enero 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario