martes, 14 de febrero de 2017

Levantamiento del cadáver. Pablo Antoñana.

Aquel andarín solitario cuando el atardecer de un día de octubre vislumbra, entrevé, enterrado en dulces sombras por los hondones del acantilado, allá el mar, allá un barco quieto, allá la caligrafía de aves dibujadas, algo que semeja el cadáver de anciano vestido de chaqué, peluquín, sombrero y botines de cuero. Viaje al cuartelillo de la guardia civil, el sargento y dos números, cartucherín, bigotes de caracol, caballo, marchen ar y ya están al rescate del cadáver del viejito que no tiene rostro, está de costado, pero sí sombrero, sí guantes, sí chaqué, sí peluquín, cuatro horas de ahínco y ya el supuesto muerto asesinado se quitó la vida o perdió pie cuando el paseo o... Corrillo de expectación, despejen o los enhebro en el sable, pero no hubo ocasión pues como dejó constancia con letra escolar, pulcra y limpia, de primor, en papel de barba el sargento del puesto que firma y rubrica resultó ser un maniquí de los Almacenes El Siglo, echado a la mar como cosa ya desbaratada por el cansancio del uso.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario