Mientras
uno pasa por la vida, es extremadamente importante conservar el
capital, y no se debe gastar el dinero en simplezas, como licor de
pera o un sombrero de oro macizo. El dinero no lo es todo, pero es
mejor que la salud. A fin de cuentas, no se puede ir a la carnicería
y decirle al carnicero: “Mira qué moreno estoy, y además no me
resfrío nunca”, y suponer que va a regalarte su mercancía. (Al
menos, naturalmente, que el carnicero sea un idiota.) El dinero es
mejor que la pobreza, aunque solo sea por razones financieras. No es
que con él se pueda comprar la felicidad. Toma el caso de la hormiga
y la cigarra: la cigarra se divirtió todo el verano, mientras la
hormiga trabajaba y ahorraba. Cuando llegó el invierno, la cigarra
no tenía nada, pero la hormiga se quejaba de dolores en el pecho. La
vida es dura para los insectos. Y no creáis que los ratones se lo
pasan muy bien tampoco. La cuestión es que todos necesitamos un nido
en el que refugiarnos, pero no mientras se lleve un traje bueno.
Para
terminar, tengamos presente que es más fácil gastar dos dólares
que ahorrar uno. Y por el amor de Dios no invirtáis dinero con
ninguna agencia de bolsa en la que uno de los socios se llame
Casanova.
Sin plumas, Woody Allen, 1966.
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