No
pararé hasta que la historia de Adán y Eva se nos cuente desde la
perspectiva de la manzana. ¿Qué sintió cuando la mordieron? ¿Qué
le pasó después? ¡A ella qué le importaba esa historia del pecado
original! Un asunto de pareja, Dios mediante, en el que mejor no
inmiscuirse, salvo ser serpiente y pagar el pato. Pero, ¿y la
manzana qué? Ella carecía de toda intención maligna. Se limitaba a
colgar del árbol, de la sabiduría por supuesto. ¿Hay algún árbol
tonto? ¡Cómo no va a ser sabio algo que se limita a nacer y crecer!
Pero a ella la mordieron, ¡vive el cielo! Se llevó, sin merecerlo,
el primer dolor. Y además, después, otros vinieron y mordieron en
la impunidad y el pecado dejó de ser original. Yo le hubiera evitado
el dolor a la manzana, mordiendo directamente a Eva en una nalga.
Foto: Adán y Eva. Tiziano. Oleo sobre lienzo, 1550. Museo del Prado, Madrid.
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