Quiso
levantarse de la cama, pero su pie derecho no quiso moverse. Le
insistió, pero el pie le contestó que no tenía ganas. Entonces le
preguntó los motivos y el pie dijo que había discutido con el otro
pie y que se había declarado en huelga. Entonces trató de razonar
con el otro pie, que por favor, necesitaba urgente que ellos
arreglaran sus desavenencias, porque tenía que ir al trabajo. Pero
el otro pie era sordo o se hizo el sordo y no contestó. Entonces,
ya perdiendo la paciencia, los obligó a moverse igual, pero los pies
actuaron descoordinados y lo tiraron al piso, donde sus manos y
brazos, siguiendo la moda que imponían sus primos del sur, tampoco
lo ayudaron a levantarse.
¡Maldita humanidad! Fabiola Soria, 2016.
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