viernes, 11 de diciembre de 2020

Curiosa. José Manuel Fernández Aguilera.

La princesa sonrió complacida al comprobar que la rana cabía, al completo, dentro de la boca de su hada madrina. La hechicera lloró aún con más fuerza e intentó, por última vez, librarse de sus cadenas, pero carecía de poder alguno sin su varita mágica.
Atrapada en una jaula de dientes, la rana movía con desesperación sus muñones y suplicaba clemencia con la mirada. De sus labios verdosos, aunque muy humanos, surgieron tres palabras:
No lo hagas.
El corazón de la chica latía como nunca antes. La emoción y el anhelo ardían en su barriga. Se inclinó con parsimonia y dio un beso dulce a la cabeza del anfibio. Luego saltó hacia atrás; no quería mancharse el vestido.

Calabacines en el ático. Grand Guignol. Santiago Eximeno (antólogo). 2014.
 

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