Para Mauro, filósofo
Y
para Chus, por lo mismo.
Mira,
Dios, ésta es tu última oportunidad, te lo digo en serio, y te lo
digo ahora, cuando está sonando el himno, y luego viene el rollo de
las fotos, y eso… Después, cuando empiece el partido, ya no hay
trato. Quiero decir que ya no se puede cambiar, o sea, que lo que
tengas que decidir, que lo decidas ahora, bueno, yo me entiendo, y tú
también, ¿no…? Se supone que tú lo entiendes todo, por lo menos
eso dice el plasta del calvo ese que me da la vara todos los jueves
por la mañana en el instituto, porque ya sabrás que después de lo
de Ramón, mamá me ha apuntado a Religión, que es lo que dice el
Rana, joder con los padres progres, tanto largar, tanto largar, o
sea, que si han corrido delante de los grises, que si hacían
asambleas de esto y de lo otro, mucha foto con barbas y melenas, y
hasta levantando el puño delante de la Casa Blanca, que esa foto de
mi viejo sí que es guapa, la verdad, pero luego, ¡toma!, a
Religión, con lo bien que estaba yo dando Ética, no te jode…
Claro que entre las abuelas y el facha del tutor les tenían locos, y
no estaba el horno para bollos, porque menuda putada, tío, que ahí
sí que te pasaste, pero tres pueblos te pasaste, cabrón… Vale que
ésta no es la mejor manera de empezar, pero, total, como tú ya lo
sabes todo, ¿no?, pues eso… Y luego lo que dice el calvo, que
hasta viene en la Biblia, por lo visto, o sea, que en el cielo hacéis
una fiesta mucho más grande cuando se convierte un enemigo, como
quien dice, que cuando llega uno de los vuestros, ¿no? Más o menos,
así que tú verás lo que te conviene si tienes ganas de juerga,
tío, porque yo, desde luego, de los vuestros no soy, ya lo sabes…
Desde lo de Vallecas. Porque yo al de la camisa blanca, ese que salió
por la tele, el que iba andando entre los restos del autobús justo
después del atentado, pues a ése lo conozco, ¿sabes?, o sea, yo
exactamente no, pero mi viejo sí, de toda la vida, porque mi viejo
es vallecano, con c, como dice él, que lo de la k es de anteayer, y
eso que a mí lo de la k me mola un huevo, pero bueno, como yo soy de
Latina, pues me callo… Pero ahí fue cuando dije, os vais a tomar
por culo todos, pero todos, ¿eh? ¡Hala!, a rezar, largo de aquí,
que sois todos lo mismo, igual de hijos de puta, porque a mi viejo se
le saltaron las lágrimas de rabia, y a mí eso me impresionó mucho,
qué quieres que te diga, yo no podía saber que ahora iba a estar
harto de ver llorar a mi padre, y me quedé más hecho polvo todavía
al ver al hombre aquel de la camisa blanca, Santiago se llama, mi
viejo lo reconoció nada más verle, ese que andaba como si estuviera
mamado, con un trozo de hierro retorcido en la mano, y una cara que
no era de pena, sino de cabreo, como de una especie de cabreo muy
grande, y muchas ganas de estamparte a ti el guardabarros en esa jeta
de bueno que tienes, o sea, que yo pensé, pero qué Dios ni qué
Dios, joder, si hubiera Dios,
ETA
no
pondría bombas en Vallecas, sino en El Viso, no
te
jode… Pero yo entonces era muy pequeño. Debía tener… once años
o por ahí. Luego, en cambio, empecé a pensar y dije… Bueno, no
quiero ni pensar lo que dije, no vaya a ser que te cabrees. Pero es
que es verdad, tío, o sea, porque a mí me encantaría convertirme,
pero desde hace un montón, y no hay manera, joder, es que no hay
manera, primero lo de Casandra Martínez Martínez, que vale, es una
tontería, a lo mejor no se te puede pedir lo de tocarle las tetas a
una tía, ni siquiera si está buena de la muerte, pero que a cambio
acabe enrollándose con el mamón ese de Iván Fernández, que es un
chivato de mier… ¡Pero qué hace ese tío! ¡Pero cómo se puede
ceder un ba…! Ya está. Ya está, ¡qué asco! Esto es increíble,
oye…
0–1
Bueno,
Dios, es que… Esto es cojonudo, vamos. Es que no se pueden hacer
tratos contigo, tío. Mira que te lo he dicho antes de empezar, que
no quería llevarme disgustos. La portería a cero, te lo he dicho,
¿eh?, o sea… Claro, que si remontásemos, pues mejor, la verdad,
porque cuanto peor se hayan puesto las cosas, más gusto da ganar
luego, al final, y a éstos lo mejor es ganarles de penalti inventado
en el descuento, aunque eso a nosotros nunca nos pasa, o sea, por lo
menos que yo me acuerde, eso sólo les pasa a ellos y a los del
Barza, no te jode… Bueno, vale, me voy a callar no vaya a ser que
me arrepienta de haber largado antes de tiempo… Menos mal que mi
viejo está como si tal cosa, que parece que hasta la Liga le da lo
mismo ya. Cuando me ha visto entrar en el salón, me ha sonreído y
todo. Y mejor, claro, mucho mejor, porque anda que mi hermana, la
bronca que me ha montado en el pasillo… Es que está fatal Mon,
pero fatal, ¿eh?, la que peor, bueno, todos estamos fatal, pero es
que ella, además, está histérica perdida, y eso que cree en ti
pero un montón, la única, ya ves. Y a lo mejor tenía razón, yo no
digo que no, porque mamá no me ha visto todavía, pero es que yo
tenía que hacerlo, se lo debo a Ramón, tú lo sabes, fue él quien
se empezó a pintar la cara los días de partido, encontró las
barras esas tan chulas en El Corte Inglés, y al principio no me las
quería dejar, acuérdate, que me tuve que ir yo con mi dinero a
comprarme las mías, que era un roñoso del copón, el tío, pero eso
ya no importa… La bandera también es suya. Yo tengo otra, pero más
pequeña y con el escudo más feo, porque me la regalaron antes del
doblete y eso, pero si me pongo siempre la suya no es porque mole
más, sino porque como no pude, o sea… Bueno, ya sabes. Por eso
también me pinto la cara igual que él, porque antes, como me cabreó
tanto que no me dejara las pinturas, me hacía las rayas
horizontales, en la frente y en las mejillas, claro que papá en eso
ni se ha fijado, seguro, eso sólo la sargento Mónica, que hay que
ver, la tía, se ha puesto como una fiera, que si soy un imbécil,
que si cómo se me ocurre salir así de la habitación, que si quiero
que papá y mamá se mueran de pena… ¡Joder!, como si algo tuviera
remedio, no te jode. Pero es que las niñas, ya se sabe, y con trece
años, que es una edad malísima, pues… O sea, yo lo sé porque
acabo de cumplir quince, y me parece ya una tontería hablar tanto
contigo mentalmente, así que ella, que va a misa y todo, pues, no te
digo… Y por si te gusta que vaya a misa, te advierto que en esta
casa somos todos del mismo equipo, así que, si vas con Mon, vas
conmigo, lo siento, ¿qué pasa?, así está el tema… Hasta mamá
era forofa antes. Cuando era ella, porque ahora yo no sé… No sé
dónde está mi madre, mi madre la de antes, y eso también es culpa
tuya, tío, o sea… Lo que tiene gracia es cómo es la peña, vale,
mis viejos, quiero decir. Porque antes ella era… Pero una brasa de
mujer, en serio, la super madre de la muerte, todo el día
besuqueándonos, abrazándonos, dando la vara con esto y con lo otro,
que si los deberes, que si la mochila, que si las reuniones de padres
del colegio, que si ya sabes que te tienes que duchar, que si qué
quieres de comer para tu cumpleaños… Bueno, eso estaba bien, o
sea, que hace veinte días fue el mío, y comimos lentejas con
chorizo y huevos fritos para quien quisiera segundo, cuando todo el
mundo, pero todo el puto mundo, o sea, todo el mundo sabe que lo que
a mí me gusta es el cóctel de gambas y los sanjacobos con queso y
jamón serrano. Hasta mamá lo sabía, y cuando se dio cuenta, se
echó a llorar, y me pidió perdón y todo, y eso que yo no protesté,
no dije ni media, yo, y no se me notaba en la cara, ni de coña,
venga, eso son rollos de Mon, cómo iba yo a protestar, si aquí,
ahora, no abre el pico nadie… Pues sí, para protestar está el
patio, como si no tuviéramos bastante ya… Y eso también es una
putada, o sea, no poder protestar, no poder suspender ni una, llegar
siempre dos minutos antes de la hora, poner la mesa y esos rollos. Y
no es que nos lo haya dicho nadie, pero Mon y yo… No sé, los dos
sabemos que ahora no podemos meter la pata, ni siquiera sabemos si
podremos volver a meterla alguna vez, y yo a veces pues no tengo
ganas de nada, y lo único que me apetece es estar sin misión,
tirado en la cama, o liarme a patadas con la puerta de mi cuarto, y
no puedo hacerlo, claro… ¡Buah! Vaya mierda de equipo que tenemos
este año, como sigamos así nos van a meter catorce. Y tú no eches
una mano, déjalo, no te molestes… Yo no sé para qué me empeño…
Y como tampoco puedo chillar, ni soltar tacos… Bueno, por lo menos
de los gordos, que son los que más consuelan. Hasta que mi viejo se
levante y se vaya, que no creo que llegue al descanso, porque ya no
mira la tele siquiera… Cuando me he sentado aquí, me lo ha dicho,
no te hagas ilusiones, Rafa, hazte a la idea de que ya hemos perdido.
Y yo no he querido contestarle nada, por si no estaba hablando sólo
del partido, y además porque ésa es la verdad, joder, que pase lo
que pase, nosotros ya hemos perdido, claro, que si le metiéramos
cinco al Madrid, uno detrás de otro, pues se me pondría otro
cuerpo, eso seguro, pero contigo no se pueden hacer tratos, así que
esto tiene una pinta…, pues fatal, o sea, pero fatal… Como todo.
Pues sí… Si me llegan a decir a mí que un buen día iba a acabar
echando de menos los besuqueos de mi madre…, ¡buah!, es que me
habría descojonado vivo, pero es que me habría muerto del
descojone, vamos. Pues, ya ves, ahora, en cambio, echo mucho de menos
cómo era mamá antes, y me encantaría que volviera a ser igual, lo
mismo de pesada, lo mismo de perfecta, siempre en todo, dando la vara
a todas horas, y no como está ahora, que parece un fantasma de una
peli mala de terror, andando tan despacio y chocándose todo el rato
con los muebles, que es que no mira, la tía, y tampoco se está
quieta, todo el día andando, con esos pasitos lentos, como si fuera
una vieja… Es que está casi hasta fea, mi madre, joder, es
increíble, ella, que ha estado siempre buenísima, aunque sea mi
madre, ¿qué pasa?, si es la verdad, o sea, que hasta el Rana me lo
dijo una tarde, hace un par de años, mientras la veíamos venir
andando por la acera desde la puerta del colegio, mira, Búho, no te
cabrees, pero la verdad es que tu madre tiene un polvo que te cagas,
eso me dijo, y yo me cabreé con él, y le pegué un empujón que le
tiré al suelo, joder, porque mi madre es mi madre, y una cosa es que
lo diga yo y otra cosa que lo diga el Rana, no te jode. Pero eso era
antes, cuando se ponía potingues en la cara, y se pintaba, cuando
iba a trabajar aunque estuviera resfriada, y se tiraba las mañanas
de los sábados en la peluquería, y no se pasaba semanas enteras
vestida con la misma ropa, como ahora… Tenía siempre treinta años
mamá, y nos besaba todo el rato, no veas qué coñazo de tía, y
daba gusto verla, era estupenda… Claro, que el que también ha
cambiado pero un huevo es mi viejo, o sea, que siempre había pasado
un poco de nosotros, no, vale, no es eso exactamente, no pasaba, pero
nos hacía menos caso, bueno, más o menos, yo me entiendo, y ahora,
en cambio, él es el que más nos besa. Bueno, a mí no tanto, pero
es normal, porque yo soy un tío, ¿no?, pero por ejemplo se ve las
películas de la tele abrazado a Mon, besándola en el pelo, como si
fuera su novio, y eso está bien, está muy bien, la verdad, que yo
le agradezco todo eso, y que a mí me abrace tanto, que me coja por
el cuello cuando vamos por la calle, que hable conmigo de Ramón a
las claras y sin llorar, aguantando el tipo, y no como mamá, que a
la mínima se pone hecha una histérica, aunque yo la quiero casi más
que antes, tiene gracia… Pero el que está que se sale es mi viejo,
en serio, que todavía me acuerdo, los primeros días, cuando la casa
se llenaba de gente todas las tardes, que no sé a qué coño venían,
aparte de a merendar por la patilla, y todos diciendo lo mismo, era
el mejor, era el mejor, se ha llevado al mejor, hasta que un día mi
padre se hartó, y lo dijo bien claro, de pie, en el centro del
salón, que me parece que lo estoy viendo, mis tres hijos son igual
de buenos, y el que venga aquí a decir que Ramón era el mejor, que
no vuelva… ¡Joder! Estuvo de puta madre el tío, aunque mamá se
enfadara con él, pero de puta madre, no te jode… Yo le quiero un
montón a mi viejo, más que… ¡Pero no me…! ¡Pero no, hombre,
pero ¿qué…?! ¡No, no, no, no! Toma, otro… ¡Qué asco de
equipo, qué mierda! Esto ya no lo levanta ni Dios…
0–2
Bueno,
¿qué pasa, es que no te intereso? Joder, ni que mi alma fuera de
segunda mano, no te jode… Se supone que en el cielo estáis
deseando hacer una fiesta conmigo, ¿o no? Si no lo haces por mí,
hazlo por mi viejo, o por Mon, que la acabo de oír chillar, o sea,
que está sufriendo ella sola, en su cuarto, en plan
soy–una–mártir–estupenda–que–te–cagas… Es que eres la
leche, tío, no se pueden hacer tratos contigo. Nada, que a mí me ha
tocado lo de Caín, el humo que no sube y todo el rollo ese, y eso
que yo no he matado a mi hermano, que a mi hermano lo has matado tú,
hijo–puta… Así de claro, ¿quién si no? Todavía me acuerdo, al
principio, cuando yo no tenía ni idea de que existiera esa palabra,
leucemia, joder, si parece el nombre de una planta de interior…
Leucemia. Cuando mamá me lo dijo, me quedé tan fresco, ¿y qué?,
pregunté, y entonces ella me aclaró, es un cáncer… Un cáncer,
con dieciséis años, o sea, imposible, dije, pero ella me dijo que
sí con la cabeza, moviéndola muy despacio, y se echó a llorar, y
entonces… ¡buah!, no veas, me fui a la calle y estuve dándole
patadas a un banco hasta que me hice polvo el dedo gordo del pie
derecho. Vale, pues todo lo demás fue así, igual que pegarle
patadas a un banco hasta destrozarse el pie, y para nada… Para
nada. Cuando volví a casa y me lo encontré… Es que no quiero ni
acordarme, porque he decidido no llorar más, porque aquí ya estamos
todos hartos de llorar, y llorando no se arregla nada, porque es que
nada tiene arreglo, o sea… Y yo que no le hacía ni caso cuando se
quejaba, porque por la noche, antes de dormimos, me contaba a veces
que estaba muy cansado, pero cansadísimo, que no tenía ganas de
comer, y vomitaba hasta la sopa, y le dolía la garganta… No sé
qué me pasa, Rafa, estoy demasiado cansado y me duele todo el
cuerpo. Nada, que estás hecho un mariquita, le decía yo, que me
podría haber metido la lengua en el culo, vamos. Síntomas de
crecimiento, dijo el médico de cabecera, el cansancio y el dolor de
los huesos, es normal, va a pegar un estirón, eso dijo, y se quedó
tan ancho, el tío… Hasta que empezó a ponerse moreno, y eso ya
era para mosquearse, porque en febrero no era normal, ese color de
surfista de la tele, moreno pero como verdoso, un color sin brillo,
chungo, o sea, yo me entiendo… Por lo visto es que algo ya no le
funcionaba bien, el hígado, me parece, o los riñones, o yo qué sé,
pero era algo así, y por eso le cambió el color a mi hermano. Ya no
podré decir «mi hermano» nunca más, no me queda nadie a quien
llamar mi hermano. Cada vez que lo pienso, me entra una especie de…
No sé, joder, te cogería por el cuello y te lo retorcería hasta
que dieras zumo, te lo juro. Ojalá pudiera volver a creer que no
existes, ojalá. Aunque eso significara que Ramón no está en
ninguna parte, o sea… Ojalá pudiera. Porque verlo, ya no volveré
a verlo nunca más, eso seguro, y no quiero olvidarme de él, pero es
que acordarme me cuesta mucho, joder, es que no quiero llorar más,
eso es lo que pasa. Al principio, me compré un cuaderno y apuntaba
cosas de él. Ramón era un año y once meses mayor que yo. Eso fue
lo primero que escribí. Tenía el pelo castaño y los ojos marrones.
Era del Atleti. Por supuesto, no te jode. Tenía muy mal gusto para
las tías, porque le gustaba una de su clase que se llama María
Asunción, que Asunción es apellido, no nombre, que tiene cara de
pez y hasta mi madre dice que está esmirriada, que lleva los
vaqueros en las caderas. Y sin embargo, opinaba que Casandra Martínez
Martínez tiene las tetas demasiado grandes, sí, ya, grandes, no te
jode… Esto me pareció muy poco serio, o sea, como que me arrepentí
de haberlo escrito, y entonces pasé la página, y en la siguiente,
con una letra muy grande, escribí: «Ramón García Vega era mi
hermano». Y ya no pude escribir más, porque me dio por llorar y
estuve llorando…, ¡buah!, no sé, la tira de tiempo. Mi padre dice
que nunca me olvidaré de él, y ojalá sea verdad, porque es que…
Vale, mejor no pensarlo. Pero era un tío de puta madre, mi hermano,
eso sí. No que fuera el mejor, eso no, aunque Mon, con esos aires de
santita, tampoco te creas… Joder, pues que no había ninguno mejor,
o sea, pero que Ramón era de puta madre, eso seguro… Tacaño que
te cagas, pero incapaz de chivarse de nada ni de nadie, mi hermano.
Tenía un montón de amigos. Sacaba peores notas que yo, porque era
muy vago, pero ligaba…, joder, pero muchísimo, el que más, no te
jode. En diecisiete años tuvo cuatro novias, y a las dos últimas
las metía mano pero a tope, o sea, yo lo sé porque me lo contaba, y
fantasma no era Ramón, bueno, por lo menos que yo sepa… Y si se
estaba tirando el moco, pues da lo mismo. Más que yo, ya ligaba,
porque lo que soy yo, ni un colín por Navidad, joder… Y ni de
coña, que él lo hacía de verdad, porque sabía un huevo de cosas
de las tías, qué era lo que más las ponía, cuándo se notaba que
estaban a punto de pararte los pies, esas cosas, y leerlo, seguro que
no lo había leído, porque no cogía un libro ni cobrando Ramón,
eso sí que no… Claro, como él no llevaba gafas… Y era más alto
que yo, un palmo por lo menos, pero es que me sacaba dos años, o
sea, que eso no cuenta… Y yo las gafas no las voy a llevar siempre,
joder, que me da igual lo que digan mis viejos, yo, en cuanto que
empiece a trabajar, me pongo lentillas, y azules, y ya veremos
entonces, no te jode… Es que estás equivocado, Rafa, me decía él,
es mejor que empieces con una fea, las feas son más fáciles, hay
menos competencia, ¿no lo entiendes? Líate tú con una fea y déjame
en paz, le contestaba yo, porque él sólo salía con tías
buenísimas. Eso me daba un poco de envidia, la verdad, pero por lo
demás nos llevábamos muy bien. Yo le quería mucho. Le admiraba.
Quería ser como él. El Rana dice que eso es lo que pasa con todos
los hermanos mayores, o sea, que es normal. Yo eso no lo sé, pero a
veces, cuando se encerraba en el cuarto de baño y me chillaba que le
dejara en paz, que me largara, que no fuera todo el tiempo pegado a
él como una lapa, pues yo… hasta lo entendía, o sea. Lo único
que no podía perdonarle es que me llamara «enano» delante de sus
amigos. Y acababa perdonándole eso también, así que… La verdad
es que le echo mucho de menos. Pero un huevo, en serio. Menos mal que
tengo al Rana. Y menos mal que me queda Mon. Y el Atleti. Aunque
estemos jugando de puta pena, que nos van a meter el tercero de un
momento a otro, que lo estoy viendo, pero ahora el partido también
me da igual. No se pueden hacer tratos contigo, me lo estás
demostrando pero a… ¿Lo ves? ¿Quién me mandará a mí pensar,
joder, pero quién…? O sea.
0–3
Me
estás viendo, ¿no, Dios?, con el ojo ese que tienes metido en un
triángulo, encima de una nube… Porque si me estás viendo, ya te
habrás dado cuenta de cómo estoy de tranquilo, o sea, que a estas
alturas del partido, tu divina voluntad me la suda. Así de claro,
majo, como dice mi abuelo, que es de un pueblo de la provincia de
Zaragoza… Tú no me quieres a mí, y yo no te quiero a ti. Ya está.
El mundo está lleno de asesinos, dictadores, torturadores, fascistas
de mierda, terroristas que ponen bombas en barrios como Vallecas y su
puta madre, que salen por su propio pie de operaciones a vida o
muerte a los ochenta años, y mi hermano se murió a los diecisiete
de
una
leucemia después de un trasplante de médula que no le prendió.
¿Por qué? ¡Ah, tú sabrás! Los médicos no lo saben. Si lo
supiéramos todo, me dijo esa hematóloga tan delgadita, morena, con
el pelo corto, no se moriría nadie. Eso me dijo, y ni siquiera pude
cabrearme con ella, ¿sabes?, porque estaba llorando, igual que yo…
¿Por qué no le prendió la médula a mi hermano? Pues porque tú
existes, por eso. Y la médula era mía, o sea, que ahí te saliste,
vamos, pero es que te saliste, tío… Y eso que yo al principio
estaba seguro de que todo iba a salir bien, pero seguro, a ver, si
tenía diecisiete años Ramón, y era mi hermano, ¿cómo se iba a
morir? Por eso llevé muy bien lo mío, mamá me lo explicó, que me
iban a clavar una aguja en el centro de la espalda para sacarme un
poco de mi médula espinal, y se la iban a poner a él después de
destruirle la suya, que era donde estaba el cáncer, porque esto
funciona mejor entre hermanos, por lo del
ADN
idéntico
y esos rollos, total… Que ahora sé un huevo de palabras de ésas,
punción, quimioterapia, células cancerígenas, leucocitos, o sea…
Y bien, ¿eh?, al principio, muy bien, de puta madre. Él lo sabía,
porque mis viejos estuvieron hablando con los médicos y decidieron
decírselo, no que se iba a morir, claro, porque es que Ramón no se
iba a morir, ni de coña, vamos, pero le contaron que le iban a hacer
un trasplante, y que antes le iban a dar quimioterapia, y que se iba
a quedar calvo, y que iba a tener muchos dolores, y luego…, pues ya
está. Otra vez con pelo y a correr… El noventa y no sé cuántos
por ciento de los trasplantados estaban corriendo ya, así que…
Claro que a nosotros nos tocó el cero no sé cuántos por ciento. Y
Ramón se murió. Y lo que más me jode es que se dio cuenta. Se dio
cuenta de que se moría, mi hermano… ¡Buah!, es que no quiero ni
acordarme, pero ni acordarme, o sea, que estoy harto de llorar,
joder, que no quiero llorar más, no quiero, no quiero… Me acuerdo
muy bien del primer día, cuando le ingresaron en el hospital, mis
viejos se quedaron a dormir con él, nosotros nos vinimos a casa con
los abuelos, y en el coche Mon empezó a llorar, sin hacer ruido, se
le caían las lágrimas por la cara, solamente, sin sorber por la
nariz ni nada, y me apretaba la mano, y yo le decía bajito, no seas
tonta, no llores, que todo va a salir bien. Yo aguanté, porque la
noche antes… Joder, es que creo que ya no me quedaban lágrimas.
Cuando nos metimos en la cama, Ramón me dijo que era su última
noche en casa, y estaba tranquilo, o sea, que es que es increíble…
No voy a poder dormir sin tu olor de pies, enano, eso me dijo, y yo
me eché a reír, porque es verdad que a mí me cantan los pies un
huevo, no sé por qué, y eso que mamá me compra unos polvos en la
farmacia que me los dejan nuevos, pero en cuanto que nos retrasamos
un par de días, pues ya está, una peste que te cagas… Mi viejo
dice que son las hormonas, pero vete a saber, porque desde que
cumplimos once o doce años, él le echa la culpa de todo a las
hormonas, o sea… Total, que Ramón me dijo eso y yo me reí, nos
reímos los dos, pero luego me di cuenta de que estaba muy mal,
porque de repente me contó que tenía miedo. Así, sin más, lo dijo
en voz alta el tío, y llamándome por mi nombre, Rafa, tengo miedo,
dijo. Joder. Y entonces yo hice una cosa increíble, pero increíble,
o sea, que es que no sé por qué lo hice, y no me pega nada, pero me
levanté, y me fui a su cama, y me tumbé a su lado, y le abracé, y
le di muchos besos… Le besé, a mi hermano, muchas veces.
Y
no sé cuánto tiempo hacía que ya no nos besábamos, entre
nosotros, quiero decir, a mis viejos sí, y a Mon también, porque es
una niña, y es la pequeña, pero nosotros ya no nos besábamos
nunca, porque nos parecía una mariconada, y es una mariconada, pero
yo esa noche dormí con mi hermano, abrazado a mi hermano, joder, es
increíble… Por la mañana, al despertarnos, nos llevamos un susto,
y nos separamos como si nos hubiera dado un calambre. Bueno, pues
ahora me alegro, ya ves, me alegro de haberlo hecho, porque en el
hospital ya no nos dejaron dormir juntos. Cuando me ingresaron a mí,
para lo de la punción, Ramón estaba muy mal, completamente calvo, y
muy delgado, pero eso era lo normal, ¿no?, o sea, que ya se habían
cargado su médula, y había que disfrazarse para entrar a verle, y
ponerse fundas en los zapatos, y una mascarilla en la cara, y una
bata verde, para no pegarle microbios, porque se podía morir de un
simple catarro… Por eso no me dejaron dormir con él. A mí me
hubiera gustado, pero tampoco me importó mucho, porque como se iba a
poner bien… El trasplante iba a salir bien, todavía. Mon te rezaba
como una loca, todo el tiempo, ya ves, estarás contento, pero yo
creía en los médicos, en aquellas máquinas del copón, que
costaban la tira de millones, y en mi propia médula. Pues sí, como
para pensar que mi médula no le iba a prender, con lo que quería yo
a mi hermano, no te jode… Si hacíamos bromas con eso y todo.
Porque entonces Ramón todavía hacía bromas, y protestaba de que le
iban a cantar los pies cuando tuviera mi médula puesta, y yo le
decía que de eso nada, pero que la polla sí que le iba a crecer…
Gilipolleces. Yo tenía fe. En él, en mí, en mis viejos, en las
máquinas, en los médicos, en Mon… Porque no nos podía pasar algo
así, a nosotros no. Entonces no quería ni pensar que hay
terroristas que ponen bombas en barrios como Vallecas. Prefería
seguir teniendo fe, en todo menos en ti… De eso me alegro, mira.
Total, que aguanté lo mío sin rechistar, y eso que lo de la punción
duele, ¿eh?, duele que te cagas, pero yo no abrí el pico, ¿qué
pasa?, si Ramón se iba a poner bien, se iba a poner bien… Cuando
mi viejo me dijo que no, que lo del trasplante no rulaba, no me lo
quise creer. Yo seguí disfrazándome para entrar a verle, poniéndome
las calzas, y la mascarilla, y la bata, hasta cuando mamá fumaba ya
en la habitación, al final… No hubiera querido verle muerto, pero
me lo encontré así una tarde, cuando todavía creía que estaba
vivo. No pensaba tocarle, ni acercarme siquiera, pero me abalancé
encima de él, y lo abracé, y lo besé, y eso que ya lo había
decidido, que había decidido no tocarle siquiera, después de
muerto… Me puse como loco, no lo entiendo, papá tuvo que tirar de
mí con todas sus fuerzas para separarnos. Y ahora ya no existe nadie
a quien pueda llamar mi hermano. Y te odio, para que lo sepas. De lo
único que me alegro es de que Ramón no esté ahora mismo aquí, a
mi lado, sufriendo por esta ruina de equipo que tenemos, joder, que
es que es siempre igual, toda la vida lo mismo, hasta cuando vamos
bien, hasta aquel año que acabamos llevándonos la Liga, no poder
ganarles nunca a estos cabrones, pero es que nunca, o sea, que es la
leche, y luego mi viejo, que ya me ha contado dos veces lo del 0–4
que les metimos en el Bernabéu cuando jugaba Futre, que a mí me da
igual, porque yo no lo vi, así que preferiría no saberlo, pero él,
nada, dale que te pego, Futre por aquí y Futre por allí, y acabará
contándome otra vez lo de
Bruselas,
ya verás… ¡Joder! El único 0–4 que me ha tocado a mí es el de
hoy. ¿Qué pasa, que te crees que no me había dado cuenta?
0–4
Pues
claro que me he dado cuenta, tío, claro que me he dado cuenta, lo
que pasa es que ya me da todo igual, eso es lo único bueno que tiene
ser del Atleti, que uno se acostumbra a la mierda esta y…, y…
¡buah!, pues eso. Y acabarán metiéndonos otro, porque han salido
peor después del descanso, es que no dan una, joder, que no es ya
que no estemos controlando el medio campo, o sea, ni mucho menos, que
eso sería mucho pedir, es que no somos ni siquiera capaces de
llevarnos el balón jugando más allá de la línea central, parece
mentira, con lo que cobran estos mamones, y lo inútiles que son
cuando quieren… Si hasta parece que están cansados, no te jode, y
no han hecho nada, pero nada, vamos, el ridículo… Y tener que
aguantar a Iván Fernández el lunes, otra vez, y al Rana, que será
mi amigo de la muerte y un colega que te cagas, pero es más
madridista que la Cibeles, el muy cabrón, o sea, que no quiero ni
pensarlo… Y desde luego, como llame por teléfono, no me pongo.
Aunque no creo que llame, porque como él sabe lo de Ramón… Y eso
sí que me jode, pero un huevo, en serio, yo creo que no se me va a
olvidar en la vida. Y no es que no entienda al tío Ignacio, que más
o menos le entiendo, pero tampoco tenía derecho, nadie tenía
derecho a hacer una cosa así… Porque mi hermano me lo pidió, y me
lo pidió a mí, y será una tontería, pero me lo pidió, ¿qué
pasa?, como si uno no pudiera pedir tonterías cuando se va a morir,
no te jode… Aquel día fue el peor, peor que cuando se murió y
todo. Primero por lo de Mon, que aquello fue una pasada pero del
copón, o sea, que yo creo que hasta que no la vi allí, como
crucificada en la máquina esa, con una aguja en cada brazo y aquel
tubo lleno de sangre que le pasaba todo el rato por encima de la
cabeza, no me di cuenta de la que se nos venía encima… Y es que me
dio mucho miedo, y mucho asco, y mucha rabia, mucha, toda la rabia
del mundo, y eso que mi hermana estaba bien, estaba sana, pero
aquello ya no servía de nada, nada servía de nada, y Mon me miraba,
muy quieta, llorando como llora ella, que se le caen las lágrimas
por la cara solamente, sin sorber por la nariz, sin hacer ruido,
atada a aquella máquina, y entonces pensé que mi hermana también
se podía morir cualquier día, y mi padre, y mi madre, y yo, yo
también podía morirme, igual que Ramón, y siempre había sabido
que la gente se muere, pero desde entonces es distinto, es como si la
muerte estuviera todo el rato aquí, como si nos hubiera tocado en
una tómbola, o sea… Mon iba al hospital dos veces a la semana, a
que le sacaran leucocitos para ponérselos a mi hermano, porque los
dos tenían sangre del mismo grupo. Yo la tengo igual que ellos, pero
a mí no me dejaban, por lo de la punción, porque se supone que
estaba débil, y eso… Total, que antes de subir a ver a Ramón, se
me ocurrió ir a decirle hola a mi hermana, y ya la había visto otra
vez, al principio, pero aquella tarde fue distinto, joder, es que me
puse fatal, porque ya nada servía de nada, y Mon parecía una
abducida de ésas en un Expediente X, y mira que es pesada la tía, y
que tiene una edad malísima, y que está todo el día dándome el
coñazo, y que nos llevamos de pena, pero entonces me di cuenta de
que a ella también la quiero, de que la quiero mucho, muchísimo, y
de que se puede morir ella también, cualquier día, y me dio mucho
miedo, y mucho asco, y mucha rabia, y me puse fatal, o sea, pero
fatal, que le di un puñetazo a la pared del ascensor, que era de
acero, y me machaqué todos los nudillos, que me salió sangre y
todo… Cuando llegué a la habitación, mi hermano estaba solo, y
despierto, y me llamó con esa voz tan ronca que se le había puesto,
que parecía mi abuelo, acércate, Rafa, que no quiero que nos oiga
nadie… Ésa fue la última vez que me reconoció, porque luego ya
estaba como atontado y no se enteraba de nada. Entonces me lo dijo,
si me muero, quiero que me enterréis con la bandera del Atleti, y yo
le contesté, pero si no te vas a morir, idiota, pero qué dices, y
él me dijo, bueno, pero acuérdate, y entonces entró mamá, y ya no
hablamos más. Nunca volví a hablar con mi hermano, nunca, porque lo
que había en aquella cama, al final, ya no era Ramón, era otra
cosa… Y vale que lo de la bandera era una tontería, y vale que
antes, cuando estaba bien, nunca se le habría ocurrido una cosa así,
pero es que ya no estaba bien, es que se estaba muriendo, joder, se
moría, y a mí me lo pidió, yo se lo prometí, y no hay derecho a
que no me dejaran hacerlo, o sea, no hay derecho… Mira, Rafa, como
des un paso más con esa bandera, te doy dos hostias. Eso me dijo el
tío Ignacio nada más verme, el día del entierro, y que mis viejos
estaban fatal, que ya teníamos bastante con haber perdido a Ramón,
y que no era momento para tonterías ni para romanticismos… Yo no
sé qué coño tendrá que ver el romanticismo con esto, pero el caso
es que tampoco protesté mucho… Es que estar triste tampoco es lo
que parece. Cuando pasa algo malo, pero malo de verdad, por mucho que
llores, lo peor no es llorar, que eso a veces está hasta bien,
porque te quedas nuevo, lo peor empieza cuando ya no puedes llorar
más, y entonces te das cuenta de que la tristeza es más bien algo
sucio, como un grumo gris, espeso, una pelota de barro dentro de los
pulmones, que pesa, y la notas al respirar, todo el tiempo, porque
empiezas a soñar que tu hermano está vivo, y te despiertas de puta
madre, pero luego te das cuenta de que en tu cuarto ya no hay más
que una cama, y entonces, ¡hala!, otra vez ese peso, de golpe, y
levantarte, y vestirte, y andar con el pecho lleno de barro, comer
con el pecho lleno de barro, hablar mientras notas que tienes un
grumo enorme en la garganta, un grumo espeso y sucio, muy sucio… La
tristeza es una mierda, eso es. Por eso el partido me da lo mismo.
Vale, casi lo mismo. Y te lo digo en serio, bueno, tú ya lo sabías,
¿no?, tú lo sabes todo, desde el principio… Y yo también lo sé.
Eso es lo peor, que lo sé. Pero como no hace ni tres meses que te
cargaste a Ramón, y es la primera vez que jugamos contra el Madrid
desde entonces, pues pensé que a lo mejor estaba equivocado, que las
cosas pasan por casualidad, que podía volver a ser ateo y a vivir
tranquilo, como cuando lo de Vallecas, o sea… Será una tontería,
igual que lo de la bandera, pero pensé que le debía esto a mi
hermano, y con otros lo haces, ¿qué pasa?, aquel año que el
Hércules estuvo en primera y fue de colista toda la temporada, le
ganó al Barza a domicilio, no te jode, lo sé porque mi viejo está
en una peña de quinielas y aquel 2 les jodió un pleno al quince, ya
te acordarás… Total, que se supone que yo te debería interesar,
por lo de la fiesta en el cielo y eso, pero ya veo que no. Se me
acaba de ocurrir que, en el fondo, eres igual de calientapollas que
Casandra Martínez Martínez, tío…
0–5
De
puta madre, Dios, pero de puta madre, o sea, otro en el descuento
para que mi viejo ni siquiera pueda consolarse con el 0–4 aquel del
Bernabéu. Y yo casi me alegro, te lo digo en serio, eso también lo
sabrás, que después de lo de mi hermano prefiero no tener nada que
ver contigo… Y ahora dirás que es precisamente por eso, que no nos
haces nada más que putadas porque no somos de los tuyos, no te jode.
Pues no cuela, para que te enteres, no cuela, porque a ver por qué
Caín tenía que ser malo y Abel bueno, a ver, por qué, lo de los
sacrificios, y los campos, y el humo ese de los huevos… Pues porque
eres un cabrón, desde el principio, por eso, así de claro, majo…
Es la verdad. Para que luego diga mi abuela que la religión es un
consuelo, joder, pues sí, menudo consuelo, para tirarse por el
Viaducto muerto de risa, o sea… Ahora que yo, como le dije al Rana
el otro día, que con Casandra no es, pues vale, ya será con otra,
¿qué pasa?, ¿es que las tías feas no tienen tetas? Pues eso, y
cuando me ponga lentillas, ya veremos, no te jode… Y tampoco te
creas que me voy a poner a llorar, y a ir de pobre hombre por el
mundo, porque es que para nada, pero ni de coña, vamos. Si es igual
que con las tías, en serio… ¿Que tú no me quieres? Pues yo
tampoco te quiero, y aquí paz y después gloria, como dice mi madre…
Bueno, lo de la gloria es precisamente eso, un decir, o sea, yo me
entiendo… Y hasta eso se me va a olvidar, que me lo dijo mi viejo
el otro día, que me atreví a hablar con él de todo esto y al
principio hasta me miraba raro, como con cara de miedo, el tío, y
luego me contó que él también creía que tú existes cuando tenía
mi edad, pero que luego se hizo mayor, y ahora está convencido de
que lo de Ramón ha pasado por casualidad, por pura mala suerte, o
sea, porque la gente nace, y se muere, y a algunas familias les toca
la china y otras se lo pasan de puta madre hasta que se mueren ya
pero de viejísimos de la muerte, y yo le dije que sí, que vale,
pero que por qué siempre les toca a unos la china y a otros la
lotería, y me soltó un discurso que te cagas sobre la pobreza y la
injusticia y la explotación y el capital y los medios de producción
y la hostia en verso, joder, que me perdí a la mitad y acabé
moviendo la cabeza de arriba abajo como si fuera el muñeco de un
ventrílocuo de ésos, hasta que terminó diciéndome que, a pesar de
todo, nosotros teníamos suerte, que yo tenía mucha suerte, que hay
gente en el mundo que ni siquiera tiene para comer y también se les
mueren los hermanos, y hasta los hijos recién nacidos, y eso sí lo
entendí porque encima es verdad, no te jode, y eso es lo peor, lo
que más rabia me da… Mi viejo me dijo que la maldad está dentro
de los hombres, y a lo mejor tiene razón, pero es que tanta, tanta…
Joder, es para mosquearse… Total, que por si luego no es verdad que
se me olvida, por si mi viejo está equivocado, por si después de
todo resulta que existes, quiero decirte que te tengo calado, que ya
sé quién eres, y con quién vas, porque siempre vas con los mismos,
con los ricos, con los militares, con los terroristas que ponen
bombas en barrios como Vallecas, con el Barza, y con el Madrid,
aunque los madridistas como el Rana no tengan culpa de nada. ¡Ah! Y
otra cosa. Escúchame bien. Ahora más que nunca. ¡Atleti, Atleti,
Atleeeti…!
Estaciones de paso, 2005.
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