Imagina un pedazo de pan. No hace
falta imaginarlo, está aquí en la cocina, sobre la tabla del pan,
en su bolsa de plástico, junto al cuchillo del pan. Ese cuchillo es
uno muy viejo que conseguiste en una subasta, la palabra PAN está
tallada en el mango de madera. Abres la bolsa, pliegas el envoltorio
hacia atrás, cortas una rebanada. La untas con mantequilla, con
mantequilla de cacahuete, después miel, y lo doblas hacia adentro.
Un poco de miel se te escurre entre los dedos y la lames con la
lengua. Te lleva cerca de un minuto comer el pan. Este pan es negro,
pero también hay pan blanco, en el frigorífico, y un poco de pan de
centeno de la semana pasada, antes redondo como un estómago lleno,
ahora a punto de echarse a perder. De vez en cuando haces pan. Lo ves
como algo relajante que puedes elaborar con las manos.
Imagina
una hambruna. Ahora imagina un pedazo de pan. Ambas cosas son reales
pero tú estás en el mismo cuarto con sólo una de ellas. Ponte en
otro cuarto, para eso sirve la mente. Ahora te encuentras sobre un
colchón delgado en un cuarto caluroso. Las paredes están hechas de
tierra seca, y tu hermana, más joven que tú, está contigo en el
cuarto. Tiene mucha hambre, su vientre está hinchado, las moscas se
le posan en los ojos, tú las espantas con las manos. Tienes un
trapo, sucio pero húmedo, y se lo pones en los labios y en la
frente. El pedazo de pan es el mismo pan que has estado guardando
desde hace días. Sientes la misma hambre que ella, pero todavía no
te sientes tan débil. ¿Cuánto va durar esto? ¿Cuándo vendrá
alguien con más pan? Piensas en salir a ver si encuentras algo para
comer, pero afuera las calles están infestadas de carroñeros y el
hedor de los cuerpos lo llena todo. ¿Deberías compartir el pan o
dárselo todo a tu hermana? ¿Deberías comer tú el pedazo de pan?
Después de todo, tú tienes una mejor oportunidad de sobrevivir,
eres más fuerte. ¿Cuánto tiempo tardarás en decidirlo?
Imagina
una prisión. Hay algo que tú conoces, pero que todavía no se lo
has contado a nadie. Los controladores de la prisión saben que tú
lo sabes y todos los demás también lo saben. Si hablas, treinta o
cuarenta o cien de tus amigos, tus compañeros, serán detenidos y
morirán. Si te niegas a hablar, esta noche sucederá lo mismo que la
noche anterior. Siempre eligen la noche. Sin embargo, no piensas en
la noche, sino en el pedazo de pan que te ofrecieron. ¿Cuánto
tiempo tardarás en decidirte? El pedazo de pan era negro y fresco y
te recordó un rayo de sol que cae sobre un pedazo de madera. Te
recordó un bol, un bol amarillo que había en tu casa. Contenía
manzanas y peras, y estaba sobre una mesa de madera que también
recuerdas. No es el hambre o el dolor lo que te está matando sino la
ausencia de aquel bol amarillo. Si tan solo pudieras sostener el bol
en tus manos, aquí mismo, podrías aguantar lo que sea, te dices a
ti mismo. El pan que te ofrecieron es peligroso y traicionero,
significa la muerte.
Hubo
una vez dos hermanas. Una era rica y no tenía hijos, la otra tenía
cinco hijos y era viuda, tan pobre que ya no le quedaba nada de
comer. Fue a ver a su hermana y le pidió un pedazo de pan. ‘Mis
hijos se están muriendo’, dijo. La hermana rica respondió, ‘No
tengo suficiente para mí’, y la echó de su casa. Luego el marido
de la hermana rica llegó a su casa y quiso cortar un trozo de pan,
pero al hacer el primer corte, brotó sangre roja. Todos sabían lo
que eso significaba. Es un cuento maravilloso, un cuento tradicional
alemán.
La
hogaza de pan que he creado para ti flota unos centímetros por
encima de la mesa de la cocina. La mesa es normal, no tiene ninguna
trampa. Un paño azul de cocina flota bajo el pan y no hay hilos que
sujeten al techo el paño o el pan ni la mesa al paño; ya lo has
comprobado al pasar la mano por debajo y por arriba, y no has tocado
el pan. ¿Qué te detuvo? No quieres saber si el pan es real o si es
sólo una alucinación que te hice ver. No existen dudas de que
puedes ver el pan, hasta puedes olerlo, huele a levadura, y parece lo
bastante sólido, tan sólido como tu propio brazo. ¿Pero puedes
confiar en él? ¿Puedes comerlo? No quieres saberlo, imagínalo.
domingo, 28 de febrero de 2021
El pan. Margaret Atwood.
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