La
noche cerrada y con una oscuridad de siglos se tragó al valle, y se
lo tragó con su río, sus árboles centenarios y su pequeña casa de
labradores. Todo quedó suspendido de la espesura negra. Los pájaros
dormidos o asustados dejaron de cantar. El río ahogado pasaba de
puntillas, silencioso. El viento tomó otros valles esa noche.
En
la casa de los labradores el niño miraba por la ventana y veía a
través de su reflejo, sobra de noche, la noche misma, y pensó:
“esto será la muerte?”. Y era.
99 pulgas. 2006
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