Pico
muy menuda la cebolla y las lágrimas se me quedan dentro, inundando
los ojos con un temblor que diluye las cosas. Luego fileteo el
corazón en lonchas finas e iguales y les doy vuelta y vuelta en la
plancha, apenas con una gota de aceite (tengo en cuenta tu dieta
primaveral). A continuación lo sirvo sobre un nicho de pétalos de
rosa con salsa de yogurt y finas hierbas. Enciendo las velas y te
invito a sentarte en esta penumbra de llamas y olor a sándalo. Hoy
estás tan guapa…Miras el plato con un mohín encantador que se
deshace en un gesto de repugnancia en cuanto te llevas un trozo
minúsculo a la boca.
«¿Lo
prefieres más hecho?», te pregunto solícito. Pero tú ya solo
miras el círculo rojo que mancha el blanco de mi camisa.
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