jueves, 1 de agosto de 2019

La sanidad pública. Slawomir Mrozek.

La extirpación del apéndice resultó ser necesaria. Rellené los formularios pertinentes y me pusieron en la lista de espera. Pasaron dos años como un soplo, llegó mi turno y me encontré en el hospital.
La operación fue un éxito rotundo. El médico jefe en persona me felicitó por los resultados.
-Ha sido una hermosa intervención, señora -me dijo.
Llamé su atención sobre el hecho de ser yo de género masculino. Comprobó algo en los papeles.
-Lo era antes de la operación. Por un error le mandaron al departamento experimental y actualmente es usted una mujer. El cambio de sexo es una rama pionera de la cirugía, pero tenemos magníficos resultados de los que usted, ¿señora, señor?, es la mejor prueba.
-¿Y qué hay de mi apéndice?
-¿No le gustaría quedárselo, señora?
-No, y tampoco quiero ser mujer, así que haga el favor de corregir inmediatamente este malentendido.
-Es usted, ¿señor, señora?, un paciente difícil. Vamos a ver. ¿Cuál es su preferencia, la masculinidad o el apéndice?
-Lo que sea más rápido.
-Rellene, por favor, estos formularios dobles.
El tiempo vuela y la siguiente operación fue un éxito igual que la primera. El nuevo riñón funcionaba de maravilla, sólo que ahora tenía tres: dos míos y uno trasplantado. A raíz de un fallo del ordenador se me había enviado a un quirófano equivocado. Al recuperarme, rellené los formularios referentes a los riñones, que fueron adjuntados a los formularios presentados anteriormente.
Ya no era una chica joven cuando recibí la notificación de que había una plaza en el hospital y llegó mi turno para operarme los riñones. Sólo se trata de extirpar uno de ellos, pero me encontré en el departamento de partos en calidad de recién nacido. Se había producido un error en la administración central de la sanidad pública, pero los padres no protestaron. Al fin y al cabo era una niña ya crecida y se podían ahorrar los gastos de mi educación, así que prefirieron reconocerme como hija suya. En cuanto a mí, ya estaba harto de rellenar formularios, de modo que me reconcilié con mi destino.
Las relaciones con mis padres van muy bien. La única preocupación que les causo es que el apéndice sigue molestándome. Cualquier día me llamarán del hospital para la operación de apéndice. No está mal, porque sospecho que a pesar de todo preferirían tener un niño y no una niña.

 

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