La
extirpación del apéndice resultó ser necesaria. Rellené los
formularios pertinentes y me pusieron en la lista de espera. Pasaron
dos años como un soplo, llegó mi turno y me encontré en el
hospital.
La
operación fue un éxito rotundo. El médico jefe en persona me
felicitó por los resultados.
-Ha
sido una hermosa intervención, señora -me dijo.
Llamé
su atención sobre el hecho de ser yo de género masculino. Comprobó
algo en los papeles.
-Lo
era antes de la operación. Por un error le mandaron al departamento
experimental y actualmente es usted una mujer. El cambio de sexo es
una rama pionera de la cirugía, pero tenemos magníficos resultados
de los que usted, ¿señora, señor?, es la mejor prueba.
-¿Y
qué hay de mi apéndice?
-¿No
le gustaría quedárselo, señora?
-No,
y tampoco quiero ser mujer, así que haga el favor de corregir
inmediatamente este malentendido.
-Es
usted, ¿señor, señora?, un paciente difícil. Vamos a ver. ¿Cuál
es su preferencia, la masculinidad o el apéndice?
-Lo
que sea más rápido.
-Rellene,
por favor, estos formularios dobles.
El
tiempo vuela y la siguiente operación fue un éxito igual que la
primera. El nuevo riñón funcionaba de maravilla, sólo que ahora
tenía tres: dos míos y uno trasplantado. A raíz de un fallo del
ordenador se me había enviado a un quirófano equivocado. Al
recuperarme, rellené los formularios referentes a los riñones, que
fueron adjuntados a los formularios presentados anteriormente.
Ya
no era una chica joven cuando recibí la notificación de que había
una plaza en el hospital y llegó mi turno para operarme los riñones.
Sólo se trata de extirpar uno de ellos, pero me encontré en el
departamento de partos en calidad de recién nacido. Se había
producido un error en la administración central de la sanidad
pública, pero los padres no protestaron. Al fin y al cabo era una
niña ya crecida y se podían ahorrar los gastos de mi educación,
así que prefirieron reconocerme como hija suya. En cuanto a mí, ya
estaba harto de rellenar formularios, de modo que me reconcilié con
mi destino.
Las
relaciones con mis padres van muy bien. La única preocupación que
les causo es que el apéndice sigue molestándome. Cualquier día me
llamarán del hospital para la operación de apéndice. No está mal,
porque sospecho que a pesar de todo preferirían tener un niño y no
una niña.
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