martes, 20 de agosto de 2019

Sueños. Slawomir Mrozek.

Éramos seis en un compartimiento de un coche cama, por suerte todos con un nivel social adecuado, gente culta, amable y conocedora de las reglas de convivencia. Llegada la hora apagamos la luz y nos acostamos en seis literas dispuestas en tres pisos y dos columnas verticales. Acto seguido cada uno se sumió en su sueño particular y solitario.
Yo soñé que perseguía a una mariposa en un prado. Estaba a punto de atraparla con una red, cuando la mariposa me asestó un golpe tan fuerte en la mandíbula que me desperté. A plena luz vi a la señora de mediana edad que debería haber estado acostada en la litera situada encima de mí, y sin embargo estaba de pie a mi lado dándome bofetadas y gritando al mismo tiempo:
-¡Cerdo!
-¡Qué dice usted! -protesté aún no del todo consciente-. Seguro que es una mariposa, sólo que tiene alas como pezuñas.
Desde otras literas se asomaban hacia nosotros las cabezas del personal que acababa de despertar.
-¿Qué pasa aquí? -preguntó en un tono enérgico el señor de la litera superior de enfrente.
-¡Este señor me ha ofendido! -gritó la señora señalándome a mí.
-¿Cómo lo ha hecho?
-¡Si yo le contara lo que he soñado!
-¿La ha ofendido activa o pasivamente?
-¡Vaya pregunta!
-Esta diferenciación es importante, soy juez de profesión.
A la señora no le dio tiempo a contestar porque su niño rompió a llorar dos literas por encima de mí. Entre sollozo y sollozo resultó que alguien le había quitado la red para cazar mariposas, su juguete preferido.
-¿Quién te la ha quitado? -preguntó su madre.
El niño señaló al juez.
-¡Bruto! ¿No le da vergüenza?
-¡Esto es un malentendido! -exclamó el juez-. Yo he soñado que me comía una zanahoria.
Por debajo del juez se movió algo. Un hombre atlético en camiseta bajó de la litera y se enderezó en medio del compartimiento. Era tan alto que casi miraba al juez desde arriba, aunque éste estaba en la litera superior.
-¿Qué quiere decir con esto?
-Nada, sólo que si me comía una zanahoria no podía ocuparme de la red para cazar mariposas.
-El nombre de soltera de mi mujer es Zanahoria.
-Pepe, déjalo… -dijo desde abajo una voz tímida y suplicante.
-¡Eso es! Su esposa puede certificar que yo no he tenido nada que ver con ella. Sus sospechas carecen del todo de fundamento, basta con que ella explique su sueño.
-¡Mi mujer no le va a explicar ningún sueño!
-Se trata del bien público.
-¡Levántate! -se dirigió el alto a su mujer-. Me lo contarás en el pasillo.
-¡Un momento! -exclamó el juez-. ¿Y usted no ha soñado nada, por casualidad?
-¿Yo? -dijo sorprendido el alto y perdió la seguridad en sí mismo-. Yo, señor juez, incluso en sueños soy inocente, me lo ha dicho mi abogado.
-Inocente, ¿eh? -gritó de repente su mujer-. ¿Y qué me dices de aquella pelirroja?
-¿Qué pelirroja?
-¡Encima lo niega! ¡No le dé crédito, señor juez! ¡Yo lo he soñado todo, ahora le explicaré qué mariposa está hecho éste!
-¿Él? ¿Una mariposa? -me opuse frotándome la mandíbula dolorida-. Pero si su marido no se parece en nada a una mariposa. Lo sé porque justamente he estado persiguiendo a una en un prado. Bueno, tal vez la única cosa que tienen en común son las pezuñas.
-¡Señores! -exclamó el juez-. ¡Calma! Estos sueños no son nuestros, puesto que son unos sueños turbios, equívocos y estúpidos, y nosotros somos gente culta, mundana, y de ninguna manera podemos tener sueños así. Deben de ser los sueños de los pasajeros que han viajado en este compartimiento antes que nosotros y que era gente de poca categoría. Al fin y al cabo cada noche seis personas sueñan aquí algo, los ferrocarriles transportan a individuos de toda clase y después esos sueños se pegan a la gente decente. Nosotros no somos responsables de ellos, quien sí es responsable es la dirección de los ferrocarriles, que no desinfecta los coches cama como es debido.
-¡Sí! ¡Es un escándalo!
-¡No desinfectan!-
-¡Hay que poner una denuncia!
Respondieron todos a coro.
-Veo que estamos de acuerdo -dijo el juez.- Así que les deseo buenas noches.
-Buenas noches, señor juez.
-Buenas noches, estimada señora.
-A sus pies.
-Buenas noches, apreciado señor.
-¡Buenas noches, señores!
Y deseándonos unos a otros las buenas noches, entre los “lo siento muchísimo”, “de veras que no tiene importancia”, “con mucho gusto” y “por favor, señor”, nos acostamos de nuevo.

 

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