Éramos seis en un
compartimiento de un coche cama, por suerte todos con un nivel social
adecuado, gente culta, amable y conocedora de las reglas de
convivencia. Llegada la hora apagamos la luz y nos acostamos en seis
literas dispuestas en tres pisos y dos columnas verticales. Acto
seguido cada uno se sumió en su sueño particular y solitario.
Yo soñé que perseguía a una
mariposa en un prado. Estaba a punto de atraparla con una red, cuando
la mariposa me asestó un golpe tan fuerte en la mandíbula que me
desperté. A plena luz vi a la señora de mediana edad que debería
haber estado acostada en la litera situada encima de mí, y sin
embargo estaba de pie a mi lado dándome bofetadas y gritando al
mismo tiempo:
-¡Cerdo!
-¡Qué
dice usted! -protesté aún no del todo consciente-. Seguro que es
una mariposa, sólo que tiene alas como pezuñas.
Desde
otras literas se asomaban hacia nosotros las cabezas del personal que
acababa de despertar.
-¿Qué
pasa aquí? -preguntó en un tono enérgico el señor de la litera
superior de enfrente.
-¡Este
señor me ha ofendido! -gritó la señora señalándome a mí.
-¿Cómo
lo ha hecho?
-¡Si
yo le contara lo que he soñado!
-¿La
ha ofendido activa o pasivamente?
-¡Vaya
pregunta!
-Esta
diferenciación es importante, soy juez de profesión.
A
la señora no le dio tiempo a contestar porque su niño rompió a
llorar dos literas por encima de mí. Entre sollozo y sollozo resultó
que alguien le había quitado la red para cazar mariposas, su juguete
preferido.
-¿Quién
te la ha quitado? -preguntó su madre.
El
niño señaló al juez.
-¡Bruto!
¿No le da vergüenza?
-¡Esto
es un malentendido! -exclamó el juez-. Yo he soñado que me comía
una zanahoria.
Por
debajo del juez se movió algo. Un hombre atlético en camiseta bajó
de la litera y se enderezó en medio del compartimiento. Era tan alto
que casi miraba al juez desde arriba, aunque éste estaba en la
litera superior.
-¿Qué
quiere decir con esto?
-Nada,
sólo que si me comía una zanahoria no podía ocuparme de la red
para cazar mariposas.
-El
nombre de soltera de mi mujer es Zanahoria.
-Pepe,
déjalo… -dijo desde abajo una voz tímida y suplicante.
-¡Eso
es! Su esposa puede certificar que yo no he tenido nada que ver con
ella. Sus sospechas carecen del todo de fundamento, basta con que
ella explique su sueño.
-¡Mi
mujer no le va a explicar ningún sueño!
-Se
trata del bien público.
-¡Levántate!
-se dirigió el alto a su mujer-. Me lo contarás en el pasillo.
-¡Un
momento! -exclamó el juez-. ¿Y usted no ha soñado nada, por
casualidad?
-¿Yo?
-dijo sorprendido el alto y perdió la seguridad en sí mismo-. Yo,
señor juez, incluso en sueños soy inocente, me lo ha dicho mi
abogado.
-Inocente,
¿eh? -gritó de repente su mujer-. ¿Y qué me dices de aquella
pelirroja?
-¿Qué
pelirroja?
-¡Encima
lo niega! ¡No le dé crédito, señor juez! ¡Yo lo he soñado todo,
ahora le explicaré qué mariposa está hecho éste!
-¿Él?
¿Una mariposa? -me opuse frotándome la mandíbula dolorida-. Pero
si su marido no se parece en nada a una mariposa. Lo sé porque
justamente he estado persiguiendo a una en un prado. Bueno, tal vez
la única cosa que tienen en común son las pezuñas.
-¡Señores!
-exclamó el juez-. ¡Calma! Estos sueños no son nuestros, puesto
que son unos sueños turbios, equívocos y estúpidos, y nosotros
somos gente culta, mundana, y de ninguna manera podemos tener sueños
así. Deben de ser los sueños de los pasajeros que han viajado en
este compartimiento antes que nosotros y que era gente de poca
categoría. Al fin y al cabo cada noche seis personas sueñan aquí
algo, los ferrocarriles transportan a individuos de toda clase y
después esos sueños se pegan a la gente decente. Nosotros no somos
responsables de ellos, quien sí es responsable es la dirección de
los ferrocarriles, que no desinfecta los coches cama como es debido.
-¡Sí!
¡Es un escándalo!
-¡No
desinfectan!-
-¡Hay
que poner una denuncia!
Respondieron
todos a coro.
-Veo
que estamos de acuerdo -dijo el juez.- Así que les deseo buenas
noches.
-Buenas
noches, señor juez.
-Buenas
noches, estimada señora.
-A
sus pies.
-Buenas
noches, apreciado señor.
-¡Buenas
noches, señores!
Y
deseándonos unos a otros las buenas noches, entre los “lo siento
muchísimo”, “de veras que no tiene importancia”, “con mucho
gusto” y “por favor, señor”, nos acostamos de nuevo.
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